sábado, 2 de mayo de 2009

Sólo una Vez en la Vida… se te mueve así el corazón


once 3

Si bien, dicen que la práctica hace al maestro… la práctica no me es fácil de seguir, porque por desgracia, me aburro muy pronto “de todo”, según mi mamá. Sin embargo, para no quedarle mal a Francisco Sánchez, mi queridísimo amigo, crítico de cine y como mi segundo padre, al que por cierto, tengo medio abandonado, acá, estoy tratando de hacer un esfuerzo, de escribir una reseña- Escribir un poquito. Que es por gusto, sí, pero la disciplina nada más no me entra… ni con el violín que de pronto me reclama que lleva días abandonado.
Ando saboreando la película de hace rato, a la que me “sometí” (que es un término erróneo porque el encierro por culpa del virus es una cosa casi obligatoria, pero el asunto de la peli, es punto y aparte), mientras me comía unas deliciosas palomitas de microondas, justo después de ver al encantador de perros, a ver si él, le podía contagiar alguna gracia de sus perros al mío, aunque fuera por ósmosis, pues no logro que el ingrato se comporte.
Volviendo a mis downloads piratas (aunque muchos hagan rabietas de que me jacto de ser una cyber pirata)… lamento decir que no tengo ni la más mínima idea de si ésta llegó a México, y si llegó, si le respetaron el nombre, que no creo, porque el nombre es difícil de traducir: “Once” (Irlanda, 2006). Se podría llamar Solamente una vez, Sólo una vez, Una vez en la vida, o algo que haga alusión a esos acontecimientos que nunca van a volver a ocurrir, esos que nosotros sabemos si los tomamos o los dejamos, y que por cierto, muchas veces dejamos. Esas encrucijadas de la vida: oportunidades, amores, empleos, amistades. Las dejamos en el simple momento en el que alguien que sin conocer, te cae bien en el metro aunque no sepas por qué, pero sabes que te gustaría hablar con él o ella, y te sonríe, y lo dudas pero al final te bajas sin haber intercambiado palabra, y lo mismo del otro lado. ¿Podrían, esos dos segundos que te habría tomado un saludo, en efecto, haberte cambiado la vida? Nunca lo sabremos. Nunca lo sabrás, porque ya pasó, y ese momento único, no se repite. Ni en los cuentos. ¿A poco Felipe dudó por un instante que Aurora fuera el amor de su vida?
Momentos únicos, oportunidades únicas, y música exquisita en el centro de Dublín le dan vida a esta historia.
Para muchos de nosotros esas calles podrían resultar idílicas… demasiado perfectas, pero no. Hace unos meses estuve mes y medio en Inglaterra, y algo que me llamó particularmente la atención de Londres… ¡no! No fueron sus tiendas, no fueron sus chicos y chicas que parecían escapados de 90210 (digo, por lo bonitos), no fueron los monumentos, los museos (a los que por desgracia no entré porque para vivir en Londres como mortal y sin trabajo, te sale más fácil vender un riñón), ni la arquitectura… que en fotos todos conocemos. Fueron los músicos callejeros. Y por músicos, digo músicos, de cuerpo y alma, de actitud: bajo los puentes del río, en las esquinas, en el metro, en zonas de tiendas a mitad de la nada. Todos con completa dignidad, gozando lo que hacían por muchas o pocas libras… eso no lo sé, pero asumo que si llevan días haciendo lo que hacen, no los trata tan mal la vida. Esperemos que así sea.
Dos fueron los que más me impresionaron:
El primero, justo bajo el puente de Londres, en el paso a desnivel, que olía a humedad, más bien oscuro, y las calles con un frío que se esforzaba en mantener mi piel roja como jitomate, había un cellista. Caminando a la velocidad de Londres, donde cada esquina te impresiona con monumentos y con historia, parece ciencia ficción que en un lugar que pudiera parecer tan triste, te puedas topar con alguien que en verdad le hacía el amor a su cello. Sus manos que a simple vista podrían parecer grandes y torpes, pasaban con una suavidad de una cuerda a otra, lo mismo que usando el arco, o tocando pizzacatos.
Lamento decir que no pude reconocer la pieza que tocaba, a menos que fuera original, y me sentí muy inculta… pero su habilidad en los dedos me dejó cautivada y boquiabierta… y encima de todo, mantenía una dignidad propia de un rey que combinaba con una sonrisilla ligeramente irónica que no sabes si es de “odio estar aquí”, “la gente no tiene idea de lo que o a quién están escuchando”, o de “en verdad disfruto tocar aquí, disfruto tu compañía, aunque no me digas nada, aunque no sepa tu nombre”. Me quedé un rato admirándolo, le di una libra, tristemente, porque no traía mucho dinero, le tomé un video de unos diez segundos, y seguí mi camino, porque ese día particularmente, no sabría si volvería a estar en Londres. ¿Cuál era su pasado? ¿Cómo se llamaba? ¿Cómo fueron llegando a su rostro esas arrugas con el paso de los años?
Y el otro músico, en Covent Garden, un área de tiendas no tan “posh”. Se encontraba sentado en una escalinata, como de mi edad y muy guapo. Era un chico con una armónica, que intercalaba con cantos dignos del gospel, y que para sorpresa mía, pese a ser blanco, salían de su garganta… o de su diafragma, o de su boca… da igual, la impresión sería la misma. Esa melancolía y esa energía, parecían haber salido de Crossroads (USA, 1986). Como soy fanática del blues, su voz, que tenía tesitura en efecto envidiablemente negra, sus jeans grandes y viejos, su rostro pálido, y las notas entre tristes y alegres que salían de la armónica, me parecían deliciosas, y me detuve a mirarlo unos segundos. Me encantó que al menos parecía que no le importaba nada ni nadie a su alrededor, que no existía en el mundo nada más que su armónica, a la que le sacaba sonidos con los brazos bien levantados, cubriendo su rostro, como lo hacen los negros (y digo “negros” con tono de admiración, aclaro) blueseros de Nueva Orleans. Por más que busqué su mirada para sonreírle, para decirle “me gusta lo que haces”, jamás se la encontré, y eso me intrigó… me gustó.
Así aparece Él tocando en la película. Once. Y le digo Él porque el director y escritor John Carney, jamás hace públicos los nombres de los personajes (Qué maravilla cuando escriben y dirigen… logran transmitir las imágenes tal cual salieron de su mente). Son Él y Ella, y de alguna manera, eso los envuelve en un halo de misterio, les da fuerza. Y es así como después de tocar Él, en el centro de Dublín, tal vez una hora, tal vez todo el día, tenemos el close-up de Ella, con los ojos muy abiertos frente al músico, deseosa de escuchar un poco más.
Una muchacha de la República Checa, separada, madre a cargo de una bebé, a la que su madre cuida, y que tiene que trabajar vendiendo flores y limpiando casas, resulta ser la hija de un importante violinista que se suicidó tras contraer artritis. Ella ama tocar, pero no puede costear un piano, y un señor, dueño de una tienda de instrumentos le permite tocar ahí por las tardes, en el piano que ella elija, a la hora de la comida, en que la tienda está cerrada. Así no pierde el toque, y le dedica una hora diaria a la música, entre flor y flor, sin quejarse. En lugar de lamentarse por no tener un piano, se siente feliz de poder tocar en la tienda.
Y Él, es un hombre deprimido, aferrado al que considera el amor de su vida, con quién según él, terminó hace diez años, le compone canciones, está decidido a recuperarla. Él no vive mal ni le falta nada, pero por no estar solo, prefiere convivir con su padre, un viejito que después del primer instante, aunque seco, te cae bien. Se niega a enfrentar la vida, pero se entrega a la música, a componer, a tocar, a cantar. Le canta a su pasado, a sus sentimientos, a su vida. Es su dolor lo que le hace producir tan hermosas notas.
Por cosas del destino, la amistad surge y va creciendo, van componiendo, y van tocando juntos. La película en su mayoría son videos de los personajes cantando. Ora ensayando, ora grabando, ora caminando con una canción en la mente. Sumamente emotivos, reflexivos. Las letras son bellísimas. Descubren, o más bien reafirman que la música mueve montañas: sentimientos, retos, pensamientos.
La cámara en ningún momento es fija, los cortes son muy pocos, y esto nos da la impresión de estar metidos en casa de Él y de Ella, en las calles. Nos da un ángulo poco logrado en películas, y una sensación de intimidad, de ser un espía bienvenido en la historia que observamos.
De nuevo una cosa lleva a la otra, no sabemos si es la amistad, si es un amor que está surgiendo, la música, o mera casualidad, que logran grabar un disco, Él, como voz principal y guitarra; Ella, como corista y pianista. Otros chicos aparecen también como por arte de magia, tocando batería, bajo y segunda guitarra. El ingeniero de audio, al principio prejuicioso y prepotente, termina llevándose bien con todos, jugando frizbee con ellos en la playa, conmovido con lo que ellos hacen, y de lo que al parecer, ni siquiera ellos se percatan de lo bueno que es.
Como ellos hay miles de músicos en el mundo que son increíblemente buenos, y que son limitados en una esquina o bajo un puente por una disquera… por el comercialismo, el capitalismo. Dicen los productores que eso “no es” lo que la gente quiere escuchar. ¿Y ellos como cuernos saben? Si hay músicos como el cellista, el joven bluesero, o Él, definitivamente prefiero pagar mi boleto en la calle.
De nuevo, una cosa lleva a la otra, y él está dispuesto a partir a Londres, a buscar a su pasado, a recuperarlo, pero por otro lado, invita a su amiga, esperando obviamente como respuesta un sí. Un sí que no es concedido porque hay una niña y una madre que ya no está en edad de trabajar de por medio. La idea de salir de Dublín no es opción. Un no, que él no toma como “no puedo”, sino como “no quiero”. Sin resentimientos, sí, pero es incapaz de ver que el trabajo de los dos en el tiempo que llevan de conocerse ha dado como fruto el amor (cualquier remembranza con Jeux d’enfants es mera coincidencia), y que el amor llegó a ellos a través de esa pasión por la música, esa pasión en común. Es incapaz de comprender que su viejo amor le sabrá a hueco cuando esté en Londres. Y Ella, por su lado, es incapaz de enfrentar el hecho de que por mucho que su hija necesite un padre, la solución no es estar con alguien a quien no se ama.
Los dos tienen miedo de empezar una nueva vida, de hacer a un lado sus pasados, de construir algo mucho más fuerte, juntos… sin embargo, el final no queda del todo certero. No sabemos qué pasará, lo que sabemos es que a esos dos la vida les puso una encrucijada diciéndoles “aquí está lo que siempre quisieron, es cosa suya luchar por conservarlo, o huir”. Y a ciencia cierta, no sabemos si huyen o no.
Los protagonistas son los creadores de la música, que en definitiva, tiene que estar en una audioteca: Glen Hansard y Markéta Irglová, Él y Ella, respectivamente. Así que, como un plus adicional, toda la película escuchamos las voces originales de los cantantes y compositores de tan bella pieza audio-visual. Ya está pasando de moda el doblaje de canciones, o las voces que no son de los protagonistas.
Acabo de descubrir, mientras escribía esta reseña, que Once ganó el Oscar como mejor música original en el 2008, así que, tal vez no sea tan difícil de conseguir en México.
Bueno, pues, vayan a buscarla, y si tienen alguien especial con quien verla, mil veces mejor. Y no tengan miedo de las encrucijadas, pues para eso es la vida. Si no, nos sabría hueca.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimada señorita:
Puesto que a ambos nos mueve el amor a la cultura, (he visto en su perfil que unas de sus aficiones es la literatura) deseo invitarle a leer el último artículo: “María Jesús Almendro Sánchez; una escritora en ciernes”, que he colgado en mi blog. En el comento de forma breve y concisa lo difícil que es para un escritor novel abrirse camino en el mundo de la cultura nacional española.
¿Qué implica escribir?
¿Existen precios inaceptables, peajes infames a la hora de acceder el escritor, aún desconocido al escenario del reconocimiento y rechazo públicos?
Espero que mis letras sean de su agrado.
Un fuerte abrazo desde tierras canarias.

Acecina dijo...

hola soy tu nueva seguidora, me gusto mucho como escribes y estare pendiente de lo mas nuevo para seguirte, creo que tienes grandes habilidades y te felicito, buscare la pelicula porque me ha interesado mucho y te comentare que me ha parecido, espero lo puedas leer tambien, saludos!!!!