viernes, 4 de septiembre de 2009

Tideland: La última locura de Terry Gilliam


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Queridísimos lectores, lamento decirles una blasfemia: no soy fan de Terry Gilliam. Sus películas se me hacen demasiado densas. Al principio, como buen director alternativo, traté de seguirle la corriente con Brazil, Monty Python, The Brothers Grimm, The Adventures of Baron Munchausen, Fear and Loathing in Las Vegas y Twelve Monkeys, a la que por obra divina le respetaron el título en español: Doce monos. Esa sí me gustó y mucho, pero creo que el hecho de contar con Bruce Willis y Brad Pitt como dos pilares en el elenco, además de la ambientación que le dieron a la película, y de que por rara vez no le dio tono de comedia ni de farza, la vuelve distinta al resto de sus trabajos. Sin embargo, no le daría todo el crédito a Gilliam.
Vi algunos cortos y fotografías de la última película (que apenas hoy descubro que ya es la penúltima), de Tideland, que, si tiene título en español, lo desconozco… y se me antojó mucho verla. Pensando en que si (como debe de ser), Gilliam había evolucionado como director, pero seguía manteniendo su aire tan surrealista, satírico y excéntrico, posiblemente sería buena. Su título sería en epañol algo así como Tierra de Marea, o Dentro de las Mareas, Marealandia… y el nombre le queda como anillo al dedo (cualquiera de las opciones). Y sí, la película me mareó… me estremeció, me gustó mucho, pero mis gustos son de igual manera un tanto raros, porque estoy conciente de que a mucha gente, ésta, les puede parecer muy fuerte (en contenido, pero implícito, no explícito), a otros, lenta; y a otros tantos, incomprensible. Para qué hacernos weyes
Los personajes son una niña como de ocho años, tres cabezas de muñecas muy amoladas que hablan con la niña, una ardilla, un retrasado mental semi autista, una taxidermista con complejo de bruja, un viejo rockero heroinómano, y su esposa, la que por cierto, muere antes de que transcurran cinco minutos de película. Ya con eso creo que damos una buena entrada
Tideland es un extraño cuento de hadas, en una realidad alterna en la que se ve envuelta la niña, llamada Jeliza Rose, al perder abruptamente a sus padres, y extrañamente (pero no de sorprenderse, tratándose de Gilliam), no se da cuenta o no parece percatarse de ello.
Sin duda alguna, su soledad, locura y sueños tienen alguna remembranza a Alicia en el País de las Maravillas, pero los pensamientos de Jeliza Rose son mucho más oscuros, explícitos, y hasta cierto punto perversos, que los de Alicia (aquí hago una nota mental para hacer las reseñas de Alice in Wonderland, de 1933, y de la versión en Stopmotion Alice, de Jan Svankmajer; y les sugiero que lean la de Black Moon, que si mal no recuerdo, es la primera entrada de este blog). Bien pues, mi percepción no está tan errada, porque mientras escribo, me documento sobre la misma, y Gilliam la describe como una mezcla entre Psycho y Alicia en el país de las maravillas… Pero a mi parecer los personajes son peores que Norman Bates (o mejores, cuestión de enfoques).
Realmente, toda la película, pese a sus hermosas y oníricas imágenes, y a sus retorcidos personajes… es una introspección a la mente de Jeliza Rose, que de por sí, ya está bastante fuera de razón con los papás que tiene, desde antes de perderlos.
La trama de la película comienza abruptamente, cuando, en casa de la niña, su madre muere, producto de los años vividos en los excesos de drogas, tabaco y alcohol. El padre queda tan aterrado de la policía, pues la casa está llena de drogas, que decide huír con la niña a la casa abandonada de la abuela, en una pradera que se encuentra lejos de todo. La casa, en efecto, parece estar abandonada en la última pradera del mundo, tanto por dentro, como por fuera. No hay comida, todo el edificio está roído por ratas y ardillas, no hay electricidad, y está completamente llena de polvo. Un lugar inhabitable, que éstos dos personajes se encargan de volver habitable… es decir, deciden quedarse ahí, pero dejan el lugar tal y como está, para adaptarse ellos a él, labor que emprende perfectamente bien Jeliza Rose, inclusive cuando le prepara la inyección de heroína a su padre, que más tarde lo matará.
Es aquí, cuando, la película inicia formalmente, pues cada pensamiento, cada diálogo que pronuncie con sus muñecas y cada idea que pase por la mente de la niña, se hace presente, al menos para el espectador. Además de que poco a poco llega la interacción con los demás personajes.
Ella no se da cuenta, pero es posible que el hambre la haga alucinar, y por alucinaciones me refiero a las muñecas parpadeando, a la casa hundiéndose en un mar gigantesco bajo la pradera, la ardilla hablándole… Me gusta que esto no quede resuelto en la película, es esos detalles que cuando se dicen o se aclaran, pierden su encanto. Tideland está llena de ellos.
Es casi por accidente, producto del hambre, de la soledad, del ocio o de las tres cosas, que Jeliza Rose conoce a Dell, en la pradera. Una mujer que se la pasa renegando, fea y agresiva, que más tarde se descubrirá a ella misma como una loca y pervertida taxidermista.
Después de ello, casi por accidente, entablará una amistad con Dickens, el hermano menor de Dell, que aparenta como mínimo veinticinco años… y sí… la historia va para donde piensan. Una niña y un hombre retrasado, que sufrió de abuso sexual y que no parece estar consiente ni de su nombre, que cree que bucea en la pradera y que un submarino hecho de latas y sábanas depende completamente de él. Si Dickens resultara pederastra… ¿dónde ponemos a Jeliza Rose, que siente más deseo por Dickens, que Dickens por ella? ¿Sería entoces gerontofilia? ¿Adultofilia?
Hay un par de escenas que en verdad resultan incómodas, perturbadoras, grotescas… de Jeliza Rose con Dickens, de Dell con sus propios asuntos, de una cena familiar… No quiero entrar en detalles porque si hablo más de lo que acabo de mencionar, la película perdería su encanto, y creo que Gilliam se esmeró tanto en lograr esas imágenes y en causar sensaciones tan desagradables y sin embargo, justificadas (dentro de lo que se puede pedir que lo justifiquen personajes como esos). Preparar a los posibles espectadores para ello, sería quitarle el mérito.
Después de verla… pues termina justo en el momento que debe de terminar, cosa que debemos festejarle a Gilliam, pues no llegamos al colapso nervioso, a salirnos del cine (o a parar la película), es increíble la pregunta que ésta nos deja. ¿Quién es el verdadero pervertido? ¿Un hombre retrasado al que la vida no lo ha tratado del todo bien, que no sabe ni dónde se encuentra, que evidentemente ni en sexo piensa, o una niña, que quiere besar, casarse, y acostarse consientemente con alguien mucho mayor que ella, que haría lo que fuera por complacerla, por mero cariño? La respuesta da miedo.
Tal vez se lea muy mal de mi parte lo que voy a escribir, más siendo mujer, pero, después de ver esta película… cambia mucho el concepto (o anticoncepto) que tengo de muchas personas que acusan de pedófilas. Al menos entra un poco la duda de si fue por premeditación o si algo se les fue de las manos…
Aclaro aquí algo muy importante: Sean peras o manzanas, para mí, si algo así pasa, no deja de ser grotesco, solo que el malo deja de ser tan malo.
En fin… un malviaje, o buenviaje entre drogas, paisajes inimaginables y una niña loca, sí se pueden saborear muy rico con éste largometraje.

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