viernes, 9 de octubre de 2009

El Decálogo de Kieslowski


Dekalog 1


La precuela de su sensacional Tres Colores.
No recomendada para gente muy mocha o que tome como algo personal si alguien ataca o critica a la religión (católica), pues pecadores, aunque no les guste, hay en todos lados.
Me habían hablado mucho del Decálogo de Kieslowski (Krzysztof, que se pronuncia Cristof, pero como todavía no me aprendo de memoria cómo rayos se escribe su nombre, y tengo que recurrir a mis guías de cine, mejor me remito na más al apellido, y es para no quedar mal conmigo misma, porque eso de las faltas de ortografía aunque sean en otro idioma, son algo que me puede dejar sin dormir, y lo digo textualmente); pero, al ver que eran tres discos completos, y que su trilogía más sonada: Tres colores: Azul, Blanco y Rojo, aunque me gustó mucho, se me hizo lenta (excepto Azul), y que no puedo evitar relacionar el nombre de Kieslowski con Tarkovsky y, éste último se me hace un genio desperdiciadamente lento… le había sacateado.
Normalmente cuando una película me gusta aunque me duerma dos, tres o muchas veces al verla, no cejo hasta que aparecen los créditos finales, y siempre trato de que me nutran el intelecto, aunque sea sólo un poquito.
Aquí cabe hacer otro paréntesis pero sin puntuación para decir que SÍ estoy en contra del cine comercial y hueco (más hueco que comercial, para que los capitalistas no se ofendan), porque como la vida después de la muerte, el más allá o lo que sea no nos consta que existan, creo yo, que, con el fin de enriquecer nuestra efímera existencia, lo ideal para trascender dentro de toda la pila de animales (y con eso hablo de la mayoría de los hombres, porque los pobres animalitos no tienen la culpa de nada), es tratar de hacer más honda nuestra existencia. Con esto me refiero a pensar, comprender, discutir, racionalizar, y no dejar pasar una, dos o tres horas absortos en efectos especiales que así como se crearon para hacernos olvidar la guerra que existe en Afganistán o el calentamiento global (que no está mal olvidarlos por un momento) se encargan de no dejarnos absolutamente nada. Pero nada en serio. Nada en qué pensar, nada qué discutir, ninguna emoción… a mí no me emociona ver maquinitas, o efectos en tercera dimensión, o súper computadoras, no me emociona ver la transformación de un Hombre X ni una computadora voladora… Digo, si no hay nada mejor en la TELE, puedo verlos, comiendo palomitas, pero no pagaría por verlas, una cosa es perder el tiempo porque así están las cosas, y otra pagar para perder el tiempo.
Al principio de los ochenta, que no teníamos computadoras, los niños, como niños, aprendimos muchas más cosas de la vida, de la familia y de los sentimientos que estas nuevas generaciones que ya se quedan pasmadas con un mp3 desde los cuatro años, tal vez hasta menos, caray.
Tras mucho cine no necesariamente comercial, pero sí hueco, me dolió ver cuántas horas de mi vida desperdicié en aprender y aprehender absolutamente nada de ellas. Y lo de “no necesariamente comercial” es verdad, porque Fincher, Jordan y Schumacher, son excelentes directores de cine comercial que sí me deja un poquitito más enriquecida cada vez que me topo con ellos. Cuando hablo de comercial… me refiero a una película de acción saturada de efectos especiales y un argumento prácticamente nulo. Del asunto de Encantada o las de Disney, en general… esas me dejan una sensación muy bonita, como la que me dejó Amélie, así que, aunque no aprenda algo propiamente de ellas, me dan una sensación de bienestar, parecida a una copita de vino tinto.
Un día en un desayuno, don José de la Colina (creo que fue él, y si no, le pido disculpas al que haya dicho ese comentario por omitir su nombre en esta cita)dijo: “El cine europeo es para adultos, el cine americano es para niños”. Con todo el contexto de la frase, me pareció maravilloso. Un niño de 8 años puede perfectamente entender (aunque no necesariamente deba ver), una película hecha en Estados Unidos, y en su mayoría, la gente evita el cine europeo, porque no le gusta no entender las películas y si las llega a entender, no le gusta tener que pensar para entenderles… Obviamente, hay muchas excepciones en esta frase, pero creo que se entiende la idea. Miles de veces amigos míos le han huido a cine francés exhibido en las salas a cambio de… no sé… El cantante de bodas.
Como cierre a este paréntesis que acabó siendo un tratado, aclaro que no me meto con los gustos de absolutamente nadie… esta es mi humilde opinión y al que no le guste, que se vaya a ver a Terminator.
A lo mejor, a ellos sí les deja algo.
Bueno pues, encontré en una tienda el Decálogo hace como un año y medio (Dekalog, 1989, Polonia), y como no lo había encontrado antes, no podía dejar pasar la oportunidad, así que lo compré, pero, aunque me dé pena decirlo, las tres cajas estuvieron de adorno en mi librero gigante que es casi, casi, estante de biblioteca, pero con películas en lugar de libros. Los libros, en uno más chiquito, todavía caben.
No sabía sobre qué era el Decálogo. Lo único que sabía era que valga la redundancia, eran diez capítulos sobre algo… pero con los antecedentes de Kieslowski, ese algo podía ser cualquier cosa, así que me puse a investigar, y resultó que cada capítulo era de o sobre cada uno de los diez mandamientos. Y sí, eso es todo…
Pero el asunto no es el mandamiento sino como está manejado. Hay a quienes les va mal por romper uno, a quienes les va mal por apegarse a ellos, a quienes les va bien porque alguien rompió o se apegó a alguno de ellos… e infinidad de historias, que ocurren todas en la misma unidad habitacional. Y en todos aparece algo parecido a un ángel, o un testigo divino, para hacer evidente la presencia de “ese” mandamiento. Su mirada es a veces tierna, a veces suplicante, a veces triste, y a veces espeluznante.
El asunto es, que muy a lo Kieslowski, cada capítulo se convierte en una discusión filosófica sobre quién soy, a dónde quiero ir, qué es lo que quiero, qué está bien de lo que hago y qué está mal. Escenas tremendamente cotidianas (y aquí está lo espeluznante) orillan a los personajes a situaciones en las que se confrontan directamente con el mandamiento. No hay buenos, no hay malos, sólo hay situaciones, sólo hay personajes… personas, seres humanos, vidas.
Una sola unidad habitacional, podría ser tu vecino, podrías ser tú. Eres tú quien se pregunta quién eres después de ver cada capítulo… y eres tú quien se confronta contigo mismo al ver reflejado algún pensamiento o alguna duda o pensamiento de cualquiera de los personajes a lo largo de los capítulos.
Según entiendo, esta serie se trasmitió en Polonia a finales de los años ochenta, grabándose por aquellos años, y refleja también perfectamente el sabor triste post-guerra que éste país tuvo por mucho tiempo, y del que por fin se está librando. Pobreza económica, miedo, melancolía, soledad. Gente con una angustia transmisible de generación en generación difícilmente posible de desaparecer. Me mueve aún más porque mi abuela fue refugiada de Polonia de la Segunda Guerra Mundial en México… para cómo hablaba de Polonia antes de la guerra… pues perdonen la expresión, sí los jodieron, y muy feo.
No se sigue una idea lineal en los capítulos. Después de ver el primero (Amarás a Dios sobre todas las cosas), pensé que todos tendrían un final en el que el “pecador” pagaría caro por no seguir el mandamiento, pero no es así.
En el segundo “No jurarás en vano”, aunque, de la manera difícil… el final es extrañamente feliz (que se acabará de notar capítulos más adelante).
3: Santificarás las fiestas (pascuas, navidad, etc.), la manera de santificarlas… es bastante particular.
4: Honrarás a tu padre y a tu madre: tal vez sea de los capítulos más difíciles… ¿en qué momento el honor se puede confundir o cruzar con el amor? Además de que no queda muy claro a quién se honra la protagonista, si al “padre” o a la difunta “madre”.
5: No matarás. Sobra decir que es un tema delicado… cada quién tiene su lugar y su momento… pero aquí queda muy difícil comprender la razón del momento.
6: No cometerás adulterio. El asunto aquí es que es muy difícil comprender la línea del adulterio entre dos solteros… Y lo que éste puede provocar…
7: No robarás. Es tal vez uno de mis favoritos. El ladrón está robando un objeto que era suyo pero que el actual dueño le robó. Y alguien sale ganando aunque los dos serían “pecadores”, además de que el objeto de hurto no es cualquier cosa.
8: No levantarás falsas acusaciones sobre tu prójimo. ¿Por qué tengo que ser culpable? ¿Sólo porque lo ves así? ¿No sería mejor preguntar primero qué fue lo que en verdad ocurrió o por qué actuaste así? También éste me gustó mucho.
9: No desearás la mujer de tu prójimo. Sobra decir también aquí lo que es el móvil de este episodio. Sorpresa tras sorpresa.
10: No codiciarás lo ajeno. Es una lección para todos.
Por otro lado, los capítulos son tan profundos, y tan confrontantes con nuestra realidad, tal vez hasta incómodos para muchos, que honestamente, si bien, esta serie es una obra de arte, codiciada por muchos cineastas, cinéfilos y cinéfagos, no la recomendaría para gente depresiva o en medio de un problema emocional grave. Se aleja mucho del terror y la ficción… y ese es el problema, con ello se acerca vivaz y aterradoramente a la realidad, que podría ser la de cualquiera.


Dekalog 2

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