martes, 12 de mayo de 2009

Las imágenes Oníricas de Michel Gondry


science of sleep 2


be kind rewind 2

Acabo de descubrir a un director que estoy convencida de que pasará a la historia, no sé si porque en cincuenta años sus películas sean clásicos a secas, o porque se sigan considerando películas bizarras (y no del tipo de Ed Wood, aclaro).
No es sólo un hombre francés (y digo lo de francés, de manera sexy por ese acentito que tienen), de 46 años (madurito pero aún con energía y ganas de vivir, trabajar y seguir aprendiendo), escritor (no sólo habla francés, sino que conoce bien el lenguaje, cualidad que puede alborotar mis hormonas) de fantasía (¡qué creatividad! ¿se casará conmigo?), y de temas algo extraños, divertidos, y que generalmente no son abordados en las películas a las que estamos acostumbrados: la mente, los sueños.
Sin proponérmelo, dos días seguidos, vi dos películas, ambas dirigidas por él, y husmeando en IMDB, descubrí que algunas películas bastante afamadas, son suyas, entre ellas Eterno resplandor de una mente sin recuerdos; videos de los Chemical Brothers, y otros largometrajes, que no he visto, pero que ya despertaron mi curiosidad.
Si bien, tuve oportunidad de ver la primera hace unos años, aunque en efecto, consideré que era muy extraña para pertenecer al reino de Hollywood, he de confesar que no le presté atención al nombre del director. La película, no me encantó, honestamente, sin embargo, Jim Carrey, que siempre me ha gustado más como actor serio (aunque a algunos eso les pueda sonar a blasfemia), se luce, y la actuación de Kate Winslet es fabulosa (actriz que también me hizo llorar, textualmente con Finding Neverland (2004, Marc Forster).
Un mundo en el que tienes la opción de borrar de tu mente todos los recuerdos que tengas de una persona, para liberarte, es un tema que a muchos podría ofender, pero que por otro lado, también puede atraer mucho… Y a la vez, la película te deja algo bien claro, tienes la posibilidad de controlar tus recuerdos, pero no tu destino. El destino, deja de ser un azar, se convierte en un hecho.
Pero fue hasta ayer, que me deleitaba y me trataba de concentrar (para no perderle el hilo), viendo La Science des Rêves (La ciencia del sueño, 2006, Michel Gondry, con Gael García Bernal y Charlotte Gainsbourg), que volví a encontrar un tema tan tabú en el cine: Los sueños. Es verdad que en muchas películas hay analogías de los sueños, o dentro de las películas podemos ver mediums que se comunican con el más allá por medio de sus sueños, o que las pesadillas marcan a algún personaje, pero si lo consideramos a fondo, los sueños como tal, son un elemento para las historias, un condimento, y no la historia. Es por eso que Black Moon (1975, Louis Malle) y Waiking Life (2001, Richard Linklater), me impresionaron tanto. Ambas eran justamente sobre los sueños, y sin los sueños, no habría habido película (en ninguno de los dos casos).
Esto es lo que felizmente, podemos apreciar en La Ciencia del Sueño. Toda la vida del personaje principal, no es la vida misma, la vigilia. Son sus sueños. Ellos tienen más peso en su existencia, así como sus ideas, que los acontecimientos diarios, ceremonias, empleos, fiestas. Toda la cotidianeidad queda relegada a un segundo plano porque lo que cuenta, es lo que ocurre en tus sueños, donde puedes controlarlo todo, o casi todo. La pregunta clave es “¿Por qué no puedo soñar con Stéphanie?”… Y es aquì, cuando la realidad, si es que la realidad es el estado de vigilia, adquiere cierta importancia. La importancia necesaria como para no dejar los sueños a un lado, como para tratar de equilibrarlos, de encontrar el punto exacto para vivir “la vida” y vivir “el sueño”, sin que uno relegue a otro.
Pero encontrar a alguien que quiera participar en el mismo juego, no es nada fácil. Y no es nada fácil cuando la otra persona está conciente del reto y se encuentra entre la espada y la pared: la zona de confort o lo fantástico, lo desconocido. Lo triste (¿comprensible? ¿justificable?) es que ante un reto así, la mayoría prefiere (¿preferimos?) la zona de confort. Hasta el dicho lo dice: “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Esta es la situación de Stéphane y Stéphanie. El primero sueña, la segunda, sueña despierta, pero está deseosa de soñar a todas horas, pudiendo dejar atrás al resto del mundo.
El lazo que crean durante la película es por medio de conversaciones absurdas, de los sueños de Stéphane, de las manualidades de Stéphanie, de los extraños inventos de él, de la interesante creatividad de ella. Cuando se conocen, ninguno de los dos está preparado, porque los dos, a su manera, viven completamente en su mundo, y ese mundo se rompe, se divide, se fusiona. Se fusiona para crear un universo paralelo, por y para los sueños. Donde pueda correr el espíritu, sentirse libre. ¿Entonces la locura no sería la solución a todo? No lo sé, pero la pregunta queda abierta. La Ciencia del Sueño, si bien, tiene una estructura lineal, deja todo este tipo de interrogantes abiertas, y bien dice Zulawski, “En lo que a mí concierne, no hago una concesión con los espectadores, esas víctimas de la vida que creen que una película está hecha únicamente para disfrutarla, y que no saben nada de su propia existencia” (Si esto de alguna manera asemeja a Lynch, ignoro si ellos alguna vez se han conocido). A su manera de pensar, y en cierto modo la mía, una buena película te debe dejar pensando, dejar al menos una duda en tu cabeza.
Y la otra película de Gondry que apareció en mi videoteca (que en este momento tiene 1139 películas, pero mañana quién sabe), es Be Kind Rewind (2008, con Jack Black y Mos Def), que se traduciría como “Por favor, rebobine”, slogan muy común en USA, con los videocasetes; en los centros de alquiler; pedían amablemente que entregaran las películas rebobinadas después de una renta.
No es precisamente de un mundo onírico, pero está llena de imágenes como de sueños, traídas a la realidad: la creación de películas. Es una comedia ligera, pero con un gran contenido. Dos amigos, que tratan de salvar el videoclub de un amigo mayor. El problema comienza cuando uno de ellos sufre un accidente, que lo deja magnetizado, y sin querer, borra todas las películas del almacén con sus propias manos, situación de por sí muy inusual. A partir de aquí, la aventura da inicio. No tienen películas, pero necesitan rentar algo, no tienen dinero para comprar más, así que recurren a sus propias creaciones, como una idea espontánea para no quedarse sin nada qué hacer, copiando distintos títulos de películas afamadas, pero muy a su manera, con efectos especiales que no existen, con una producción completamente nula. Sin que nadie se lo espere, el resultado de su experimento-desesperación, es sorprendente.
Mia Farrow y Sigourney Weaver hacen aparición con papeles pequeños, pero ambas, magníficas como siempre. Ante mil obstáculos, los dos amigos, salen adelante y se ganan el corazón de todos los habitantes de su pueblo. La historia no sería gran cosa, de no ser por cómo está contada, y cómo alternan el argumento, con tomas de sus improvisados y torpes sets de filmación. Cada vez tienen más actores amateurs a su cargo, más props, y más público. Situación tras situación, llegan al absurdo, se recuperan y vuelven a caer en el absurdo. Es una pieza magnífica, que definitivamente sacará más de una carcajada.
No sé ustedes, pero por lo pronto, primero de manera legal, trataré de conseguir más piezas del visionario francés que se va imponiendo poco a poco, a partir de mañana, si no, volveré con mis viejos amigos, los torrents.

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miércoles, 6 de mayo de 2009

Las fronteras del terror


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Hace poco, tuve la oportunidad de ver Frontière(s), cuya traducción sería Frontera(s), precisamente.
Tras estar buscando en foros de cine lo más innovador y espeluznante de Francia, el país del cine de arte, y de los grandes parte aguas, varios títulos saltaron ante mí, con muy buenas críticas y comentarios.
La misión principal, más que verlas, era conseguirlas. De nuevo pasé por mis travesías en tiendas como Ghandi, Mix Up y El Sótano, que se jactan de tener o poder conseguir cualquier película que desees. Ya me habían quedado mal con Le libertin (tal vez mi comedia favorita francesa; El Libertino, de Gabriel Aghion, con Vincent Perez y Fanny Ardant), y Whatever Happened to Harold Smith (1999, Peter Hewitt, Inglaterra), por mencionar dos, que en verdad sólo pude conseguir gracias a los torrents, y en el viejo mundo, respectivamente.
Bien pues, me quedaron mal de nuevo. Y también los puestos piratas del Centro y de Tepito (que de plano no sé dónde se abastezcan, pero su colección, está mejor, por mucho, que la de Mix Up). Me empecé a cuestionar si no había alucinado dichos títulos, porque día tras día… en los torrents, no aparecían, pero no, los comentarios seguían en los foros, y las reseñas y datos en IMDB.
Después de estar duro y dale, todos los días (¡por fin!), apareció Haute tension (Alta tensión), sólo era cosa de esperar a que algún buen samaritano la subiera a la red, y así ocurrió.
La película, no me fascinó, pero no puedo negar que me dio algunos buenos sustos y que me mantuvo tensa en todo el tiempo que duró. Así que más me emperré en conseguir las dos más aclamadas: Ils (Ellos, Francia, 2006, dirigida por David Moreau y Xavier Palud); y Frontière(s) (Fronteras, Francia, 2007, dirigida por Xavier Gens).
La búsqueda fue larga, tediosa, no lo niego, pero cuando las encontré, no sólo tenían suficientes fuentes, ¡sino que tenían subtítulos en español! (Cabe aclarar aquí, que aunque entiendo algo de francés, y sé más o menos pronunciarlo, definitivamente no lo hablo, y no me gusta perderme una sola palabra de la traducción, siendo un idioma tan rico, y por otro lado, no soporto las películas dobladas… como dice Francisco Sánchez, ¿qué sería de ver una película de Marilyn Monroe sin escuchar su tonito tan característico, o de Humphrey Bogart?).
Prácticamente contaba los minutos para que estuvieran listas. La primera fue Ils, de la que, hablaré en su momento, pero (aunque ya lo he mencionado antes), un hecho es, que tiene mucho que ver con Eden Lake (James Watkins, Inglaterra, 2008), que a su vez es considerada una de las mejores películas de terror británico de todos los tiempos.
Yo recomendaría primero (por muchos motivos), que vean Ils, Después, si les gusta, con toda certeza Eden Lake.
Y bueno, para no hacer el cuento largo, cuando vi Ils, hasta se me escaparon unos gritos, cosa que si una mujer hace con una película de terror, puede ser por dos posibles motivos: Uno, es que tienes a un galanazo a lado para que te abrace; o dos, porque en verdad te asustó. No existía ese galanazo, los gritos eran “deadevis”. Otra cosa muy válida con el mismo fin, es taparte los ojos, o apretar algo (en este caso, si son unos bíceps torneaditos, mejor).
Bueno, con carencia de hombre (en el sentido estricto de la palabra), y gritos de verdad, la bien sabida adictiva adrenalina, me hizo dar el siguiente paso. Buscar más terror, más sustos. Más imágenes llenas de sangre y de pánico, más historias complejas, más factores sorpresa. Asesinos, monstruos, fantasmas, locos, da igual, con que asuste.
Dicen (por increíble que se oiga), que los sustos (moderados, claro), son buenos para la salud.
El asunto es que como esa es la idea, asustarse, ver una película de terror, a mitad de la noche, y a solas, es lo mejor. Pero a muchos no les gusta la idea. Acepto que hay veces que es difícil conciliar el sueño… pero bueno, un pequeño precio para tan digna afición (¿o adicción?).
Y empieza lo grande… después de otras tantas películas de terror y suspenso francés, ocurrieron dos cosas: Hollywood y sus efectos especiales, se quedó corto, casi invisible, y la otra fue, que desesperadamente tenía que conseguir más terror del viejo continente, y pronto.
Un amigo que sabe mucho de cine me dijo una vez: El cine de Estados Unidos, es para niños (se refiere a las historias); y el cine europeo, es para adultos.
Creo que tiene razón. No tienes que ponerte a pensar para entenderle a Los Cuatro Fantásticos ni a Chucky; pero eso sí, a Lynch ni lo mencionamos, porque él es punto y aparte.
Susto tras susto, sorpresa tras sorpresa, llegué a las fronteras… a las fronteras del horror mismo, de los límites.
¿Cómo resumir Frontière(s) en pocas palabras? Sangre, canibalismo, fetiches, política, nazismo, desolación, desesperación, carnicería, sótano, niños mutados… todo esto, en algún momento u otro aparece en la película. Cuando crees que ya viste todo, hay una sorpresa más, ora de argumento, ora de imágenes, que de por sí son bastante explícitas.
La historia comienza con un grupo de jóvenes bien metidos en los revuelos post-elecciones, y por lo mismo, en grandes aprietos con los derechistas. Tienen que salir del país, ya, sin planearlo, necesitan ponerse a salvo de la policía. Cuando logren salir, en dos grupos de dos, acuerdan encontrarse en un pequeño motel cerca de la frontera, donde ya no es un país ni otro, donde ya no hay reglas. Y eso precisamente es una frontera, un lugar que no pertenece a ningún otro… ya no hay ley, es la perdición.
Llegan primero dos, más tarde, una ex-pareja, en la que ella está embarazada.
Las cosas a partir del motel, pasan a suma velocidad. Las hermanas que atienden-son dueñas del lugar, van directo a la cama con los chicos, tal vez para probarlos, ver cómo saben. De pronto, cuando un tercer hermano aparece, las cosas ya no son ni podrán ser nunca como antes.
La familia, que son tres hermanas, pero más tarde aparecerá la tercera, que es una niña con algún retraso, tremendamente dulce y a quien utilizan como fábrica de bebés; los dos hermanos que son uno gordo, carnicero, que se encarga de desollar a los cerdos en las instalaciones subterráneas, y el otro, alto, fuerte, imponente. Todos con miedo y respeto por el padre, que tiene ideas completamente absurdas de crear y/o pertenecer a una raza superior.
Después de que la pareja que no lo es tanto llega, es cuando la verdadera carnicería empieza, cuando el chico se encuentra casi por accidente, a uno de sus amigos colgado de los tobillos cual cerdo.
Pura diversión… por temor al padre, hacer lo que él quería para que más tarde sus aterradoras costumbres se volvieran un placer… locura, no tener conciente lo que es el bien del mal (si es que alguno de los dos es real), descalificar al resto de los humanos como tales y convertirlos en animales, pues es el trato que reciben… explicaciones hay miles, no sabemos cuál pueda ser con certeza. Pero lo que es evidente es la poca misericordia que esta familia puede tener con los huéspedes-invasores.
Se convierten en carne, textualmente en carne.
Al inicio una de las hermanas menciona que se organizan fiestas de casa… huéspedes pasados fueron con toda claridad las presas.
La locura en su límite, construcciones ocultas que jamás imaginaría uno poder toparse en mitad de la nada, la sensación de soledad y desamparo… no hay teléfonos, no hay coches, no hay vecinos por ningún lado. La desesperación también al borde de partir al más fuerte a la mitad. La angustia en su máxima expresión, como el instinto de supervivencia.
Al final, alguien sobrevive. Si es de los buenos, la cárcel parecería un cuento de hadas, si es de los malos, tal vez haya sido sólo su diversión diaria y piense formar una familia igual de bizarra. Dicen que si algo tienen los locos, es poder de convencimiento.
Esta película rozaría en el gore, de no ser, porque entreteje bastante bien con su carnicería y torturas, la personalidad de todos los que aparecen, y también, porque hay ciertos diálogos que refuerzan la historia, aunque esta última, debido a tanto shock en las imágenes, puede resultar un tanto difícil de seguir, lo mismo que el condimento necesario para atraparte y no poder dejar de verla.
Para los amantes del terror, esta película, en unos años, será un clásico.

Otras películas francesas de terror y suspenso que fervientemente recomiendo:

Terror:

-Deep in the Woods (En lo profundo del bosque, Promenons-nous dans le bois, Lionel Delplanque, Francia, 2000)
-Haute Tension (Alta tensión, Alexandre Aja, Francia, 2003)
-Sheitan (Atrapados, Kim Chaparon, Francia, 2006)
-Ils (Ellos, David Mureau y Xavier Palud, Francia, 2006)
-Trouble every day (Sangre caníbal, Claire Denis, Francia, 2001), aunque ésta sí es lenta
-Calvaire (Fabrice Du Welz, Francia, 2004), ésta tampoco es muy ágil, pero vale la pena
-Martyrs (Mártires, Pascal Laugier, Francia, 2008), ésta es de las mejores
-Inside (A l’intérieur, Alexandre Bustillo y Julien Maury, Francia, 2007)

Suspenso:

-13 Tzameti (Calle Tzameti, Géla Babluani, Francia y la República de Georgia, 2005)

Drama-suspenso

I-n my skin (Dans ma peau, Marina de Van, Francia, 2002)


Y otras, cómicas, principalmente, que no pueden quedarse atrás, todas, de cine francés contemporáneo, pues me tengo que cultivar más en el clásico:

-Enamórate de mí (Priceless, Hors de prix, Pierre Salvadori, Francia, 2006), comedia
-8 Femmes (Ocho mujeres, Francois Ozon, Francia, 2002), comedia, suspenso
-Persepolis (Vincent Paronnaud y Marjane Satrapi, Francia, 2007), animación, drama
-Todas las mañanas del mundo (Tous les matins du monde, Alain Corneau, Francia, 1991), si es que 1991 se sigue considerando contemporáneo; drama
-Dobermann (Jan Kounen, Francia, 1997), acción
-Indochine (Indochina, Régis Wargnier, Francia, 1992), drama, una joya
-Le Libertin (El libertino, Gabriel Aghion, Francia, 2000)
-Jeux d’enfants (Quiéreme si te atreves, Yann Samuell, Francia, 2003), comedia, drama
- Las trillizas de Belleville (Les triplettes de Belleville, Sylvain Chomet, Francia, 2003), animación, aventura, musical


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sábado, 2 de mayo de 2009

Sólo una Vez en la Vida… se te mueve así el corazón


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Si bien, dicen que la práctica hace al maestro… la práctica no me es fácil de seguir, porque por desgracia, me aburro muy pronto “de todo”, según mi mamá. Sin embargo, para no quedarle mal a Francisco Sánchez, mi queridísimo amigo, crítico de cine y como mi segundo padre, al que por cierto, tengo medio abandonado, acá, estoy tratando de hacer un esfuerzo, de escribir una reseña- Escribir un poquito. Que es por gusto, sí, pero la disciplina nada más no me entra… ni con el violín que de pronto me reclama que lleva días abandonado.
Ando saboreando la película de hace rato, a la que me “sometí” (que es un término erróneo porque el encierro por culpa del virus es una cosa casi obligatoria, pero el asunto de la peli, es punto y aparte), mientras me comía unas deliciosas palomitas de microondas, justo después de ver al encantador de perros, a ver si él, le podía contagiar alguna gracia de sus perros al mío, aunque fuera por ósmosis, pues no logro que el ingrato se comporte.
Volviendo a mis downloads piratas (aunque muchos hagan rabietas de que me jacto de ser una cyber pirata)… lamento decir que no tengo ni la más mínima idea de si ésta llegó a México, y si llegó, si le respetaron el nombre, que no creo, porque el nombre es difícil de traducir: “Once” (Irlanda, 2006). Se podría llamar Solamente una vez, Sólo una vez, Una vez en la vida, o algo que haga alusión a esos acontecimientos que nunca van a volver a ocurrir, esos que nosotros sabemos si los tomamos o los dejamos, y que por cierto, muchas veces dejamos. Esas encrucijadas de la vida: oportunidades, amores, empleos, amistades. Las dejamos en el simple momento en el que alguien que sin conocer, te cae bien en el metro aunque no sepas por qué, pero sabes que te gustaría hablar con él o ella, y te sonríe, y lo dudas pero al final te bajas sin haber intercambiado palabra, y lo mismo del otro lado. ¿Podrían, esos dos segundos que te habría tomado un saludo, en efecto, haberte cambiado la vida? Nunca lo sabremos. Nunca lo sabrás, porque ya pasó, y ese momento único, no se repite. Ni en los cuentos. ¿A poco Felipe dudó por un instante que Aurora fuera el amor de su vida?
Momentos únicos, oportunidades únicas, y música exquisita en el centro de Dublín le dan vida a esta historia.
Para muchos de nosotros esas calles podrían resultar idílicas… demasiado perfectas, pero no. Hace unos meses estuve mes y medio en Inglaterra, y algo que me llamó particularmente la atención de Londres… ¡no! No fueron sus tiendas, no fueron sus chicos y chicas que parecían escapados de 90210 (digo, por lo bonitos), no fueron los monumentos, los museos (a los que por desgracia no entré porque para vivir en Londres como mortal y sin trabajo, te sale más fácil vender un riñón), ni la arquitectura… que en fotos todos conocemos. Fueron los músicos callejeros. Y por músicos, digo músicos, de cuerpo y alma, de actitud: bajo los puentes del río, en las esquinas, en el metro, en zonas de tiendas a mitad de la nada. Todos con completa dignidad, gozando lo que hacían por muchas o pocas libras… eso no lo sé, pero asumo que si llevan días haciendo lo que hacen, no los trata tan mal la vida. Esperemos que así sea.
Dos fueron los que más me impresionaron:
El primero, justo bajo el puente de Londres, en el paso a desnivel, que olía a humedad, más bien oscuro, y las calles con un frío que se esforzaba en mantener mi piel roja como jitomate, había un cellista. Caminando a la velocidad de Londres, donde cada esquina te impresiona con monumentos y con historia, parece ciencia ficción que en un lugar que pudiera parecer tan triste, te puedas topar con alguien que en verdad le hacía el amor a su cello. Sus manos que a simple vista podrían parecer grandes y torpes, pasaban con una suavidad de una cuerda a otra, lo mismo que usando el arco, o tocando pizzacatos.
Lamento decir que no pude reconocer la pieza que tocaba, a menos que fuera original, y me sentí muy inculta… pero su habilidad en los dedos me dejó cautivada y boquiabierta… y encima de todo, mantenía una dignidad propia de un rey que combinaba con una sonrisilla ligeramente irónica que no sabes si es de “odio estar aquí”, “la gente no tiene idea de lo que o a quién están escuchando”, o de “en verdad disfruto tocar aquí, disfruto tu compañía, aunque no me digas nada, aunque no sepa tu nombre”. Me quedé un rato admirándolo, le di una libra, tristemente, porque no traía mucho dinero, le tomé un video de unos diez segundos, y seguí mi camino, porque ese día particularmente, no sabría si volvería a estar en Londres. ¿Cuál era su pasado? ¿Cómo se llamaba? ¿Cómo fueron llegando a su rostro esas arrugas con el paso de los años?
Y el otro músico, en Covent Garden, un área de tiendas no tan “posh”. Se encontraba sentado en una escalinata, como de mi edad y muy guapo. Era un chico con una armónica, que intercalaba con cantos dignos del gospel, y que para sorpresa mía, pese a ser blanco, salían de su garganta… o de su diafragma, o de su boca… da igual, la impresión sería la misma. Esa melancolía y esa energía, parecían haber salido de Crossroads (USA, 1986). Como soy fanática del blues, su voz, que tenía tesitura en efecto envidiablemente negra, sus jeans grandes y viejos, su rostro pálido, y las notas entre tristes y alegres que salían de la armónica, me parecían deliciosas, y me detuve a mirarlo unos segundos. Me encantó que al menos parecía que no le importaba nada ni nadie a su alrededor, que no existía en el mundo nada más que su armónica, a la que le sacaba sonidos con los brazos bien levantados, cubriendo su rostro, como lo hacen los negros (y digo “negros” con tono de admiración, aclaro) blueseros de Nueva Orleans. Por más que busqué su mirada para sonreírle, para decirle “me gusta lo que haces”, jamás se la encontré, y eso me intrigó… me gustó.
Así aparece Él tocando en la película. Once. Y le digo Él porque el director y escritor John Carney, jamás hace públicos los nombres de los personajes (Qué maravilla cuando escriben y dirigen… logran transmitir las imágenes tal cual salieron de su mente). Son Él y Ella, y de alguna manera, eso los envuelve en un halo de misterio, les da fuerza. Y es así como después de tocar Él, en el centro de Dublín, tal vez una hora, tal vez todo el día, tenemos el close-up de Ella, con los ojos muy abiertos frente al músico, deseosa de escuchar un poco más.
Una muchacha de la República Checa, separada, madre a cargo de una bebé, a la que su madre cuida, y que tiene que trabajar vendiendo flores y limpiando casas, resulta ser la hija de un importante violinista que se suicidó tras contraer artritis. Ella ama tocar, pero no puede costear un piano, y un señor, dueño de una tienda de instrumentos le permite tocar ahí por las tardes, en el piano que ella elija, a la hora de la comida, en que la tienda está cerrada. Así no pierde el toque, y le dedica una hora diaria a la música, entre flor y flor, sin quejarse. En lugar de lamentarse por no tener un piano, se siente feliz de poder tocar en la tienda.
Y Él, es un hombre deprimido, aferrado al que considera el amor de su vida, con quién según él, terminó hace diez años, le compone canciones, está decidido a recuperarla. Él no vive mal ni le falta nada, pero por no estar solo, prefiere convivir con su padre, un viejito que después del primer instante, aunque seco, te cae bien. Se niega a enfrentar la vida, pero se entrega a la música, a componer, a tocar, a cantar. Le canta a su pasado, a sus sentimientos, a su vida. Es su dolor lo que le hace producir tan hermosas notas.
Por cosas del destino, la amistad surge y va creciendo, van componiendo, y van tocando juntos. La película en su mayoría son videos de los personajes cantando. Ora ensayando, ora grabando, ora caminando con una canción en la mente. Sumamente emotivos, reflexivos. Las letras son bellísimas. Descubren, o más bien reafirman que la música mueve montañas: sentimientos, retos, pensamientos.
La cámara en ningún momento es fija, los cortes son muy pocos, y esto nos da la impresión de estar metidos en casa de Él y de Ella, en las calles. Nos da un ángulo poco logrado en películas, y una sensación de intimidad, de ser un espía bienvenido en la historia que observamos.
De nuevo una cosa lleva a la otra, no sabemos si es la amistad, si es un amor que está surgiendo, la música, o mera casualidad, que logran grabar un disco, Él, como voz principal y guitarra; Ella, como corista y pianista. Otros chicos aparecen también como por arte de magia, tocando batería, bajo y segunda guitarra. El ingeniero de audio, al principio prejuicioso y prepotente, termina llevándose bien con todos, jugando frizbee con ellos en la playa, conmovido con lo que ellos hacen, y de lo que al parecer, ni siquiera ellos se percatan de lo bueno que es.
Como ellos hay miles de músicos en el mundo que son increíblemente buenos, y que son limitados en una esquina o bajo un puente por una disquera… por el comercialismo, el capitalismo. Dicen los productores que eso “no es” lo que la gente quiere escuchar. ¿Y ellos como cuernos saben? Si hay músicos como el cellista, el joven bluesero, o Él, definitivamente prefiero pagar mi boleto en la calle.
De nuevo, una cosa lleva a la otra, y él está dispuesto a partir a Londres, a buscar a su pasado, a recuperarlo, pero por otro lado, invita a su amiga, esperando obviamente como respuesta un sí. Un sí que no es concedido porque hay una niña y una madre que ya no está en edad de trabajar de por medio. La idea de salir de Dublín no es opción. Un no, que él no toma como “no puedo”, sino como “no quiero”. Sin resentimientos, sí, pero es incapaz de ver que el trabajo de los dos en el tiempo que llevan de conocerse ha dado como fruto el amor (cualquier remembranza con Jeux d’enfants es mera coincidencia), y que el amor llegó a ellos a través de esa pasión por la música, esa pasión en común. Es incapaz de comprender que su viejo amor le sabrá a hueco cuando esté en Londres. Y Ella, por su lado, es incapaz de enfrentar el hecho de que por mucho que su hija necesite un padre, la solución no es estar con alguien a quien no se ama.
Los dos tienen miedo de empezar una nueva vida, de hacer a un lado sus pasados, de construir algo mucho más fuerte, juntos… sin embargo, el final no queda del todo certero. No sabemos qué pasará, lo que sabemos es que a esos dos la vida les puso una encrucijada diciéndoles “aquí está lo que siempre quisieron, es cosa suya luchar por conservarlo, o huir”. Y a ciencia cierta, no sabemos si huyen o no.
Los protagonistas son los creadores de la música, que en definitiva, tiene que estar en una audioteca: Glen Hansard y Markéta Irglová, Él y Ella, respectivamente. Así que, como un plus adicional, toda la película escuchamos las voces originales de los cantantes y compositores de tan bella pieza audio-visual. Ya está pasando de moda el doblaje de canciones, o las voces que no son de los protagonistas.
Acabo de descubrir, mientras escribía esta reseña, que Once ganó el Oscar como mejor música original en el 2008, así que, tal vez no sea tan difícil de conseguir en México.
Bueno, pues, vayan a buscarla, y si tienen alguien especial con quien verla, mil veces mejor. Y no tengan miedo de las encrucijadas, pues para eso es la vida. Si no, nos sabría hueca.

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viernes, 1 de mayo de 2009

De Cine, Amor, y otras Perversiones

De cine, amor y otras perversiones

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Justo termino de ver Jeux d’enfants (Erróneamente con el título en español de “Quiéreme si te atreves”), que es una maravilla. A diferencia de Amélie, que es una comedia que tiene un final feliz-feliz, Jeux d’enfants (Juego de niños, que hace alusión a la manera de ver el mundo de los niños, completamente mágica), tiene un final algo así como feliz-trágico, y es un filme que demuestra que la felicidad aunque bien escondidita, siempre está ahí, lo mismo que el amor.
Honestamente, no sé si la película haya llegado a México o no, pero mi nerdez, sobre todo para conseguir películas raras, extravagantes, poco comentadas, no famosas, de culto, de autor, y cuantos más adjetivos puedan tener entre líneas “excéntrico” o “extravagante”, me he puesto a bajar últimamente algunos títulos que no suenan en México por ninguna parte (ilegalmente, por supuesto, benditos torrents).
De entre esos títulos que me he empeñado en conseguir, gracias a estar horas en internet buscando reseñas, encontré, también francesas Ils, Martyrs, Frontière(s) y Calvaire, todas de terror que literalmente me han puesto los cabellos de punta; Let the right one in (de Suecia, que después descubrí que sí llegó a México, y a la que le pusieron el bastante acertado título de “Déjame entrar”); C.R.A.Z.Y., de Canadá, que también es una maravilla; Ben X, de Bélgica y Holanda; Bully (USA), Nueve Reinas, Argentina; Wilderness (Inglaterra), y muchas otras no tan buenas, pero que se defienden, un ejemplo es Stay, con Ewan McGregor y Naomi Watts.
En fin… dado el asunto de que nos tienen prácticamente secuestrados en casa (sin restaurantes, antros, bares ni nada parecido abierto), por aquello del virus-conspiración, no me quedaba mucho que resignarme, comprarme rihartas palomitas para microondas, y disfrutar de mi criminalidad, viendo películas que bajé ilegalmente.
Total, que a lo que iba cuando empecé a escribir esta reseña, antes de mis humildes recomendaciones, es que, desde poco antes de Amélie, aunque el cine francés me gustaba, lo encontraba desagradablemente lento, inclusive en su llamado terror, que para mí era más suspenso que otra cosa.
El hecho, es que a partir de películas como Amélie, Todos contra Gregorio, 8 Femmes, Le Pacte de Leups, Le Libertin, Bon Voyage y algunas otras, a mi parecer, el cine francés se revolucionó, cambiando a algo mucho más visual, ágil, hipnotizante, lleno de color y con historias intrincadas pero para nada lentas. Y de 8 Femmes podemos llegar al cine de Gaspar Noé con Irreversible y Solo contra la humanidad… terriblemente crudas, pero bien hechas, ágiles, fuertes, capaces de sacudir neuronas.
No olvidemos que esta nueva ola, también tiene a las llamadas musas: Emanuelle Béart sigue apareciendo, Virginie Ledoyen, Eva Green (que pese al apellido nació en Francia, con unos ojos y una boca que todas querríamos para un domingo, y para los que tengan sus dudas, es la adorable y pervertida Isabelle, de Los Soñadores, la más reciente, pero esperemos que no la última obra de Bertolucci), la incomparable Monica Belucci (que ya sé que no es francesa, pero su trabajo principal es en este país), y en Jeux d’enfants, Marion Cotillard, que sin ser físicamente una diosa, tiene unos ojos, una boca y unas expresiones, dignas de una princesa urbana.
Bueno pues, empieza la película en una Francia al parecer de los tardíos 60’s, con imágenes muy infantiles, llenas de color, y aparecen una Sophie y un Julien de 8 años. El argumento empieza cuando la madre de Julien está cercana a la muerte debido a una metástasis, y antes de fallecer le enseña un juego que se podría traducir como “¿eres capaz o no?”, que consiste en que, gracias a una caja de metal, con forma de carrusel, quien la tenga de los dos participantes, le tiene que imponer un reto al otro, y si éste lo lleva a cabo, la caja cambia de dueño, hasta el nuevo reto. Al principio, aunque las bromas y los retos, son propias de niños, también son bastante agresivas, y van subiendo de tono conforme los personajes crecen. Cada vez más bellos, carismáticos e inteligentes los dos.
Cuando de la infancia, llena de experiencias nuevas, texturas, sabores, olores y el inocente surgimiento de un amor, llegamos a la adolescencia de Julien y Sophie, los retos se convierten a ratos en castigos, y van incluyendo los celos y la posesividad, y los sueños de los niños van cambiando. Sin embargo, los retos, a su vez, conservan un toque infantil, como lo es el simple hecho de seguir jugando. Hacer permanente un juego, extender la infancia, seguir teniendo la capacidad de no tomar todo en serio y de divertirse con pequeñeces son condimentos deliciosos para la historia. Sophie y Julien están conscientes de que están creciendo, pero se aferran a su infancia, a su juego inocente que al final no lo es tanto, a seguirle dando importancia a los detalles, a quererse. Pero en este falso color de rosa… (como siempre, hay un pero), se niegan a comprender que los sentimientos que tienen el uno por el otro, no son fraternales, y tampoco de íntimos amigos. Se trata de amor, un amor completamente puro e intenso al que le siguen dando la espalda.
Le dan tanta importancia a su juego, que no quieren comprender ni enfrentar el hecho de que están hechos el uno para el otro, desde que se volvieron íntimos amigos en la primaria, desde que escucharon La vie en Rose por primera vez juntos, desde que Julien pone en marcha el camión de la escuela con el chofer en la calle, lejos del volante. Lo importante es el juego, no el amor.
Pasarán muchos años para que lo acepten, muchas situaciones, algunas dolorosas, algunas llenas de comicidad… pero al final, aunque de una manera muy poco convencional, lo aceptan… sin jamás dejar el juego. Una virtud digna de aplaudir en el escritor del guión y director (Yann Samuell), y en los personajes. Como espectador contamos cada segundo que pasa en los años que llevan de conocerse, de estar, de alguna manera, juntos.
Y cuando lo aceptan, el final es increíblemente inesperado, desgarrador. Están hechos el uno para el otro, eso ya quedó establecido, pero como su vida y su manera de pensar no es para nada convencional, y tampoco lo es la manera en la que terminarán juntos. Muy al pesar o muy a pesar de la ovación de unos o de otros espectadores.
Es imposible enojarnos con alguno de los dos en cualquier momento, pues aunque como espectador, esperas, deseas y sabes que terminen juntos, sus errores son completamente humanos, comprensibles… posiblemente alguno de nosotros ha cometido el mismo error que Sophie o Julien alguna vez, y eso nos hace sentir empatía con alguno. Con los dos. No hay malo, no hay culpable, solo hay situaciones.
Y, por si fuera poco, la capacidad de vivir al máximo de los dos, es sencillamente envidiable.
La adrenalina, el amor, la tristeza, el enojo, la felicidad, el miedo… todas son emociones que en un momento u otro salen de alguno de los personajes en su máxima expresión…
Además está el poco (o nulo) miedo que tienen de vivir, de experimentar, de soñar, de seguir siendo niños mientras siguen creciendo y mientras están conscientes de que crecen, es un canto a la libertad del espíritu que a mi parecer todos deberíamos seguir. Quieren seguir jugando, quieren seguir divirtiéndose, aprendiendo.
Por otro lado… también es una advertencia… aunque la película tiene un final “feliz”, varias veces está a punto de no serlo, así que, como seres humanos que somos, llenos de virtudes, y defectos, defectos por cierto, perfectamente bien planteados, pero ante todo, llenos de errores, podría ponerle como slogan a la película, por muy trillado que se oiga: “Nunca, nunca le des la espalda al amor, porque cuando llega y se va, es posible que nunca jamás lo vuelvas a ver”.

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