lunes, 12 de octubre de 2009

Du Poil Sous les Roses, o el Vello bajo las Rosas


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Por lo que me ha constado, platicando con amigas y amigos, tanto de mi edad, como mayores y más jóvenes, ninguno ha tenido una iniciación sexual plena, llena de seguridad, sin tabús. Y eso a lo largo del tiempo ha sido un alivio… resultó que mis inseguridades de adolescente, no eran tan extrañas como yo las consideraba.
Y sí… todos creemos que nuestros miedos nos hacen parecer un fenómeno, tan traumáticos y absurdos son, que es difícil hablar de ellos hasta con nuestros amigos más cercanos… y no se diga nuestros padres, que siempre aparecen en nuestra cabeza como todos unos expertos en el tema, o como gente completamente mocha que por el simple hecho de contestar una pregunta se molestará… y con sus expresiones desaprobatorias ante ese tema… de plano es mejor no preguntar. Este último, para mi desgracia fue mi caso… no tuve una sola conversación de sexo con mis padres, porque a mi mamá le incomodaba sobremanera el tema, aunque nunca logré descubrir por qué y cuando le trataba de preguntar algo, recibía una respuesta cortante y con molestia, que encima de todo, me dejaba peor. Recuerdo muy bien una corta anécdota en la que… teniendo yo alrededor de ocho años, le pregunté cómo se hacía el amor y su respuesta fue “Ya te dije que penetra ¿no?”, a lo que con el “ya”, le tuve que responder que sí, aunque nunca me había dicho “eso”, y tampoco supe a qué cuernos penetraba y en dónde… pero obviamente, con ese tono de voz… mejor ya no le moví… sin ella quererlo, me hizo sentir como que había preguntado algo malo… algo que no debía de preguntarse. Así que mis clases de educación sexual fueron en la escuela (que por suerte todavía eran parte del programa), la serie Los Años Maravillosos, Beverly Hills 90210 (la primera generación, pues tenía como diez años cuando salió, y en ese momento para mi fortuna comenzaban a decir al aire la palabra “sexo”, “protección”, “condones”, y algunos de los protagonistas eran inexpertos en el tema, aunque no tan ineptos, que en aquella época era todo un escándalo en televisión abierta).
Antes de iniciar nuestra vida sexual, pensamos lo maravillosa o terrible que puede ser, nos da miedo cometer errores, que nos critiquen o nos juzguen, quedar como unos completos ineptos o inexpertos, hacer obvio que no sabemos nada… por mucho taco que algunos de nuestros amigos se echen a ellos mismos, cuando todos sabemos que su vida sexual es igual o más nula que la nuestra.
Antes de iniciarnos, también, todos pensamos en nuestro gran amor, y que con esa primera vez, se colapsará el universo… pensamos que después de tener relaciones con la persona adecuada nos acercará a alguien parecido al príncipe o la princesa de los sueños… comprensivo, amoroso, ardiente, dulce… bla, bla, bla. Cuando en realidad es “si hay química nos vemos de nuevo, si no la hay, ahí muere, y por las buenas”.
Finalmente, cuando algunos de nuestros amigos comienzan a experimentar, todos omiten en las pláticas de ese momento, sus errores y sus inseguridades, así que nos dejan en las mismas… a nuestros ojos, ellos lo hicieron todo bien y nosotros seremos los estúpidos… y de esa primera vez, a la que sigue, ya son unos completos expertos en el tema, viendo a los que no hemos tenido su experiencia, o haciéndonos ver como los tontos que tanto miedo tenemos de ser y conforme pasa el tiempo, la incertidumbre crece, y la inseguridad es cada vez mayor. Y lo peor… les compramos su “experiencia”, al grado casi de adorarlos.
Y cuando el momento puede llegar… descubrir que la otra persona tiene tantos defectos como tú, y que dista mucho de ser un súper héroe o un príncipe, suele doler, porque es de nuevo situarnos en nuestro lugar de miedo a ser unos absolutos idiotas, de entrada, por creer que era alguien que no era… y en ese lugar se encuentra Radoudou, el personaje principal de “Du poil sous les roses”, con sus quince años… tal como yo me encontré, como seguramente quien esté leyendo esto, también estuvo… no con exactitud, pero de que estuvimos, estuvimos.
Con su amiga y su hermano “expertos” en el tema, casi tanto como sus padres, ella cada vez se siente más fuera de lugar, en medio de una completa desorientación, pues, desde su punto de vista, la inepta, inexperta, es ella, nadie más.
Las inseguridades en cuanto a su cuerpo, como el tamaño de sus senos, lo atractiva que pueda resultar para el sexo opuesto, cómo será la primera vez, si ese que ella cree es un príncipe o no… son inseguridades con las que yo me sentí plenamente identificada, y eso fue lo que me hizo reírme escena tras escena. ¡Cómo me gustaba complicarme la vida! ¡Cómo se complica Radoudou la vida!
¿Qué ocurre cuando entonces la historia de pronto cambia de protagonista a un chico y resulta que las mismas inseguridades y miedos también están presentes en el otro sexo? El asunto es de más risa, porque resulta que aunque nadie nos lo dijo en el momento adecuado, la parte sexual del ser humano, resulta muchísimo más simple de lo que podemos siquiera concebir. Más simple que cuando nos damos nuestro taco hablando de sexo como si con una o dos veces de haberlo vivido, conociéramos todos los puntos erógenos y todos los modismos para las partes del cuerpo y para los orgasmos. Más simple que cuando lo tratamos de imaginar como algo simple. De un simple que Romain y Radoudou difícilmente creerían en esos momentos de su vida.
Los besos y caricias resultan torpes, la idea de lo que el otro pensará es un fantasma muy grande que nunca los deja en paz, y como de costumbre, cada uno, está más preocupado por su propio papel y lo que pensará el otro sobre sí, que por lo que pueda estar pensando el otro, también sobre sí mismo… justo como en nuestros años mozos.
Posiblemente los directores, que para no variar en estos buenos experimentos cinematográficos, Jean-Julien Chervier y Agnes Obadia, resultaron ser los escritores, retomaron muchas de sus dudas de adolescentes, sin temor alguno de exponerlas y compartirlas. Si vemos esta comedia, como en mi caso, cuando los traumas ya pasaron… resulta una película que garantiza muchas risas… identificación, de uno o del otro lado, identificación de amigos de antaño y compañeros de escuela, y un reconocimiento orgulloso de cómo vamos madurando, en este caso para bien.
El nombre en español de ésta peli, para que no se les vaya es “¿Qué diablos es el sexo?”… que hasta eso, no se me hizo tan desatinado, como cuando logran masacrar la idea del filme con el cambio de nombre.


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viernes, 9 de octubre de 2009

El Decálogo de Kieslowski


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La precuela de su sensacional Tres Colores.
No recomendada para gente muy mocha o que tome como algo personal si alguien ataca o critica a la religión (católica), pues pecadores, aunque no les guste, hay en todos lados.
Me habían hablado mucho del Decálogo de Kieslowski (Krzysztof, que se pronuncia Cristof, pero como todavía no me aprendo de memoria cómo rayos se escribe su nombre, y tengo que recurrir a mis guías de cine, mejor me remito na más al apellido, y es para no quedar mal conmigo misma, porque eso de las faltas de ortografía aunque sean en otro idioma, son algo que me puede dejar sin dormir, y lo digo textualmente); pero, al ver que eran tres discos completos, y que su trilogía más sonada: Tres colores: Azul, Blanco y Rojo, aunque me gustó mucho, se me hizo lenta (excepto Azul), y que no puedo evitar relacionar el nombre de Kieslowski con Tarkovsky y, éste último se me hace un genio desperdiciadamente lento… le había sacateado.
Normalmente cuando una película me gusta aunque me duerma dos, tres o muchas veces al verla, no cejo hasta que aparecen los créditos finales, y siempre trato de que me nutran el intelecto, aunque sea sólo un poquito.
Aquí cabe hacer otro paréntesis pero sin puntuación para decir que SÍ estoy en contra del cine comercial y hueco (más hueco que comercial, para que los capitalistas no se ofendan), porque como la vida después de la muerte, el más allá o lo que sea no nos consta que existan, creo yo, que, con el fin de enriquecer nuestra efímera existencia, lo ideal para trascender dentro de toda la pila de animales (y con eso hablo de la mayoría de los hombres, porque los pobres animalitos no tienen la culpa de nada), es tratar de hacer más honda nuestra existencia. Con esto me refiero a pensar, comprender, discutir, racionalizar, y no dejar pasar una, dos o tres horas absortos en efectos especiales que así como se crearon para hacernos olvidar la guerra que existe en Afganistán o el calentamiento global (que no está mal olvidarlos por un momento) se encargan de no dejarnos absolutamente nada. Pero nada en serio. Nada en qué pensar, nada qué discutir, ninguna emoción… a mí no me emociona ver maquinitas, o efectos en tercera dimensión, o súper computadoras, no me emociona ver la transformación de un Hombre X ni una computadora voladora… Digo, si no hay nada mejor en la TELE, puedo verlos, comiendo palomitas, pero no pagaría por verlas, una cosa es perder el tiempo porque así están las cosas, y otra pagar para perder el tiempo.
Al principio de los ochenta, que no teníamos computadoras, los niños, como niños, aprendimos muchas más cosas de la vida, de la familia y de los sentimientos que estas nuevas generaciones que ya se quedan pasmadas con un mp3 desde los cuatro años, tal vez hasta menos, caray.
Tras mucho cine no necesariamente comercial, pero sí hueco, me dolió ver cuántas horas de mi vida desperdicié en aprender y aprehender absolutamente nada de ellas. Y lo de “no necesariamente comercial” es verdad, porque Fincher, Jordan y Schumacher, son excelentes directores de cine comercial que sí me deja un poquitito más enriquecida cada vez que me topo con ellos. Cuando hablo de comercial… me refiero a una película de acción saturada de efectos especiales y un argumento prácticamente nulo. Del asunto de Encantada o las de Disney, en general… esas me dejan una sensación muy bonita, como la que me dejó Amélie, así que, aunque no aprenda algo propiamente de ellas, me dan una sensación de bienestar, parecida a una copita de vino tinto.
Un día en un desayuno, don José de la Colina (creo que fue él, y si no, le pido disculpas al que haya dicho ese comentario por omitir su nombre en esta cita)dijo: “El cine europeo es para adultos, el cine americano es para niños”. Con todo el contexto de la frase, me pareció maravilloso. Un niño de 8 años puede perfectamente entender (aunque no necesariamente deba ver), una película hecha en Estados Unidos, y en su mayoría, la gente evita el cine europeo, porque no le gusta no entender las películas y si las llega a entender, no le gusta tener que pensar para entenderles… Obviamente, hay muchas excepciones en esta frase, pero creo que se entiende la idea. Miles de veces amigos míos le han huido a cine francés exhibido en las salas a cambio de… no sé… El cantante de bodas.
Como cierre a este paréntesis que acabó siendo un tratado, aclaro que no me meto con los gustos de absolutamente nadie… esta es mi humilde opinión y al que no le guste, que se vaya a ver a Terminator.
A lo mejor, a ellos sí les deja algo.
Bueno pues, encontré en una tienda el Decálogo hace como un año y medio (Dekalog, 1989, Polonia), y como no lo había encontrado antes, no podía dejar pasar la oportunidad, así que lo compré, pero, aunque me dé pena decirlo, las tres cajas estuvieron de adorno en mi librero gigante que es casi, casi, estante de biblioteca, pero con películas en lugar de libros. Los libros, en uno más chiquito, todavía caben.
No sabía sobre qué era el Decálogo. Lo único que sabía era que valga la redundancia, eran diez capítulos sobre algo… pero con los antecedentes de Kieslowski, ese algo podía ser cualquier cosa, así que me puse a investigar, y resultó que cada capítulo era de o sobre cada uno de los diez mandamientos. Y sí, eso es todo…
Pero el asunto no es el mandamiento sino como está manejado. Hay a quienes les va mal por romper uno, a quienes les va mal por apegarse a ellos, a quienes les va bien porque alguien rompió o se apegó a alguno de ellos… e infinidad de historias, que ocurren todas en la misma unidad habitacional. Y en todos aparece algo parecido a un ángel, o un testigo divino, para hacer evidente la presencia de “ese” mandamiento. Su mirada es a veces tierna, a veces suplicante, a veces triste, y a veces espeluznante.
El asunto es, que muy a lo Kieslowski, cada capítulo se convierte en una discusión filosófica sobre quién soy, a dónde quiero ir, qué es lo que quiero, qué está bien de lo que hago y qué está mal. Escenas tremendamente cotidianas (y aquí está lo espeluznante) orillan a los personajes a situaciones en las que se confrontan directamente con el mandamiento. No hay buenos, no hay malos, sólo hay situaciones, sólo hay personajes… personas, seres humanos, vidas.
Una sola unidad habitacional, podría ser tu vecino, podrías ser tú. Eres tú quien se pregunta quién eres después de ver cada capítulo… y eres tú quien se confronta contigo mismo al ver reflejado algún pensamiento o alguna duda o pensamiento de cualquiera de los personajes a lo largo de los capítulos.
Según entiendo, esta serie se trasmitió en Polonia a finales de los años ochenta, grabándose por aquellos años, y refleja también perfectamente el sabor triste post-guerra que éste país tuvo por mucho tiempo, y del que por fin se está librando. Pobreza económica, miedo, melancolía, soledad. Gente con una angustia transmisible de generación en generación difícilmente posible de desaparecer. Me mueve aún más porque mi abuela fue refugiada de Polonia de la Segunda Guerra Mundial en México… para cómo hablaba de Polonia antes de la guerra… pues perdonen la expresión, sí los jodieron, y muy feo.
No se sigue una idea lineal en los capítulos. Después de ver el primero (Amarás a Dios sobre todas las cosas), pensé que todos tendrían un final en el que el “pecador” pagaría caro por no seguir el mandamiento, pero no es así.
En el segundo “No jurarás en vano”, aunque, de la manera difícil… el final es extrañamente feliz (que se acabará de notar capítulos más adelante).
3: Santificarás las fiestas (pascuas, navidad, etc.), la manera de santificarlas… es bastante particular.
4: Honrarás a tu padre y a tu madre: tal vez sea de los capítulos más difíciles… ¿en qué momento el honor se puede confundir o cruzar con el amor? Además de que no queda muy claro a quién se honra la protagonista, si al “padre” o a la difunta “madre”.
5: No matarás. Sobra decir que es un tema delicado… cada quién tiene su lugar y su momento… pero aquí queda muy difícil comprender la razón del momento.
6: No cometerás adulterio. El asunto aquí es que es muy difícil comprender la línea del adulterio entre dos solteros… Y lo que éste puede provocar…
7: No robarás. Es tal vez uno de mis favoritos. El ladrón está robando un objeto que era suyo pero que el actual dueño le robó. Y alguien sale ganando aunque los dos serían “pecadores”, además de que el objeto de hurto no es cualquier cosa.
8: No levantarás falsas acusaciones sobre tu prójimo. ¿Por qué tengo que ser culpable? ¿Sólo porque lo ves así? ¿No sería mejor preguntar primero qué fue lo que en verdad ocurrió o por qué actuaste así? También éste me gustó mucho.
9: No desearás la mujer de tu prójimo. Sobra decir también aquí lo que es el móvil de este episodio. Sorpresa tras sorpresa.
10: No codiciarás lo ajeno. Es una lección para todos.
Por otro lado, los capítulos son tan profundos, y tan confrontantes con nuestra realidad, tal vez hasta incómodos para muchos, que honestamente, si bien, esta serie es una obra de arte, codiciada por muchos cineastas, cinéfilos y cinéfagos, no la recomendaría para gente depresiva o en medio de un problema emocional grave. Se aleja mucho del terror y la ficción… y ese es el problema, con ello se acerca vivaz y aterradoramente a la realidad, que podría ser la de cualquiera.


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viernes, 4 de septiembre de 2009

Tideland: La última locura de Terry Gilliam


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Queridísimos lectores, lamento decirles una blasfemia: no soy fan de Terry Gilliam. Sus películas se me hacen demasiado densas. Al principio, como buen director alternativo, traté de seguirle la corriente con Brazil, Monty Python, The Brothers Grimm, The Adventures of Baron Munchausen, Fear and Loathing in Las Vegas y Twelve Monkeys, a la que por obra divina le respetaron el título en español: Doce monos. Esa sí me gustó y mucho, pero creo que el hecho de contar con Bruce Willis y Brad Pitt como dos pilares en el elenco, además de la ambientación que le dieron a la película, y de que por rara vez no le dio tono de comedia ni de farza, la vuelve distinta al resto de sus trabajos. Sin embargo, no le daría todo el crédito a Gilliam.
Vi algunos cortos y fotografías de la última película (que apenas hoy descubro que ya es la penúltima), de Tideland, que, si tiene título en español, lo desconozco… y se me antojó mucho verla. Pensando en que si (como debe de ser), Gilliam había evolucionado como director, pero seguía manteniendo su aire tan surrealista, satírico y excéntrico, posiblemente sería buena. Su título sería en epañol algo así como Tierra de Marea, o Dentro de las Mareas, Marealandia… y el nombre le queda como anillo al dedo (cualquiera de las opciones). Y sí, la película me mareó… me estremeció, me gustó mucho, pero mis gustos son de igual manera un tanto raros, porque estoy conciente de que a mucha gente, ésta, les puede parecer muy fuerte (en contenido, pero implícito, no explícito), a otros, lenta; y a otros tantos, incomprensible. Para qué hacernos weyes
Los personajes son una niña como de ocho años, tres cabezas de muñecas muy amoladas que hablan con la niña, una ardilla, un retrasado mental semi autista, una taxidermista con complejo de bruja, un viejo rockero heroinómano, y su esposa, la que por cierto, muere antes de que transcurran cinco minutos de película. Ya con eso creo que damos una buena entrada
Tideland es un extraño cuento de hadas, en una realidad alterna en la que se ve envuelta la niña, llamada Jeliza Rose, al perder abruptamente a sus padres, y extrañamente (pero no de sorprenderse, tratándose de Gilliam), no se da cuenta o no parece percatarse de ello.
Sin duda alguna, su soledad, locura y sueños tienen alguna remembranza a Alicia en el País de las Maravillas, pero los pensamientos de Jeliza Rose son mucho más oscuros, explícitos, y hasta cierto punto perversos, que los de Alicia (aquí hago una nota mental para hacer las reseñas de Alice in Wonderland, de 1933, y de la versión en Stopmotion Alice, de Jan Svankmajer; y les sugiero que lean la de Black Moon, que si mal no recuerdo, es la primera entrada de este blog). Bien pues, mi percepción no está tan errada, porque mientras escribo, me documento sobre la misma, y Gilliam la describe como una mezcla entre Psycho y Alicia en el país de las maravillas… Pero a mi parecer los personajes son peores que Norman Bates (o mejores, cuestión de enfoques).
Realmente, toda la película, pese a sus hermosas y oníricas imágenes, y a sus retorcidos personajes… es una introspección a la mente de Jeliza Rose, que de por sí, ya está bastante fuera de razón con los papás que tiene, desde antes de perderlos.
La trama de la película comienza abruptamente, cuando, en casa de la niña, su madre muere, producto de los años vividos en los excesos de drogas, tabaco y alcohol. El padre queda tan aterrado de la policía, pues la casa está llena de drogas, que decide huír con la niña a la casa abandonada de la abuela, en una pradera que se encuentra lejos de todo. La casa, en efecto, parece estar abandonada en la última pradera del mundo, tanto por dentro, como por fuera. No hay comida, todo el edificio está roído por ratas y ardillas, no hay electricidad, y está completamente llena de polvo. Un lugar inhabitable, que éstos dos personajes se encargan de volver habitable… es decir, deciden quedarse ahí, pero dejan el lugar tal y como está, para adaptarse ellos a él, labor que emprende perfectamente bien Jeliza Rose, inclusive cuando le prepara la inyección de heroína a su padre, que más tarde lo matará.
Es aquí, cuando, la película inicia formalmente, pues cada pensamiento, cada diálogo que pronuncie con sus muñecas y cada idea que pase por la mente de la niña, se hace presente, al menos para el espectador. Además de que poco a poco llega la interacción con los demás personajes.
Ella no se da cuenta, pero es posible que el hambre la haga alucinar, y por alucinaciones me refiero a las muñecas parpadeando, a la casa hundiéndose en un mar gigantesco bajo la pradera, la ardilla hablándole… Me gusta que esto no quede resuelto en la película, es esos detalles que cuando se dicen o se aclaran, pierden su encanto. Tideland está llena de ellos.
Es casi por accidente, producto del hambre, de la soledad, del ocio o de las tres cosas, que Jeliza Rose conoce a Dell, en la pradera. Una mujer que se la pasa renegando, fea y agresiva, que más tarde se descubrirá a ella misma como una loca y pervertida taxidermista.
Después de ello, casi por accidente, entablará una amistad con Dickens, el hermano menor de Dell, que aparenta como mínimo veinticinco años… y sí… la historia va para donde piensan. Una niña y un hombre retrasado, que sufrió de abuso sexual y que no parece estar consiente ni de su nombre, que cree que bucea en la pradera y que un submarino hecho de latas y sábanas depende completamente de él. Si Dickens resultara pederastra… ¿dónde ponemos a Jeliza Rose, que siente más deseo por Dickens, que Dickens por ella? ¿Sería entoces gerontofilia? ¿Adultofilia?
Hay un par de escenas que en verdad resultan incómodas, perturbadoras, grotescas… de Jeliza Rose con Dickens, de Dell con sus propios asuntos, de una cena familiar… No quiero entrar en detalles porque si hablo más de lo que acabo de mencionar, la película perdería su encanto, y creo que Gilliam se esmeró tanto en lograr esas imágenes y en causar sensaciones tan desagradables y sin embargo, justificadas (dentro de lo que se puede pedir que lo justifiquen personajes como esos). Preparar a los posibles espectadores para ello, sería quitarle el mérito.
Después de verla… pues termina justo en el momento que debe de terminar, cosa que debemos festejarle a Gilliam, pues no llegamos al colapso nervioso, a salirnos del cine (o a parar la película), es increíble la pregunta que ésta nos deja. ¿Quién es el verdadero pervertido? ¿Un hombre retrasado al que la vida no lo ha tratado del todo bien, que no sabe ni dónde se encuentra, que evidentemente ni en sexo piensa, o una niña, que quiere besar, casarse, y acostarse consientemente con alguien mucho mayor que ella, que haría lo que fuera por complacerla, por mero cariño? La respuesta da miedo.
Tal vez se lea muy mal de mi parte lo que voy a escribir, más siendo mujer, pero, después de ver esta película… cambia mucho el concepto (o anticoncepto) que tengo de muchas personas que acusan de pedófilas. Al menos entra un poco la duda de si fue por premeditación o si algo se les fue de las manos…
Aclaro aquí algo muy importante: Sean peras o manzanas, para mí, si algo así pasa, no deja de ser grotesco, solo que el malo deja de ser tan malo.
En fin… un malviaje, o buenviaje entre drogas, paisajes inimaginables y una niña loca, sí se pueden saborear muy rico con éste largometraje.

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viernes, 21 de agosto de 2009

Masters of Horror... Los Maestros del Terror... Pequeñas Grandes Películas


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Una serie que en cada capítulo muestra una historia cerrada, cada historia dirigida por un distinto y reconocido director, y muchas de éstas, inspiradas en algunos de los mejores relatos de terror… crean una serie que los amantes de este género no se pueden perder.
Si bien, la serie se estrenó en Estados Unidos en el 2005, no fue hasta hace unos meses que la pude ver por cable, pero –sí, como siempre un pero-, yo ya había tenido la fortuna (o infortunio, para los amantes de los originales, o enemigos de la piratería), de verla completa, sus dos temporadas, íntegra, sin cortes, y sin censura. Porque una serie de terror de tanta calidad como ésta, no creo que valga la pena con las redundantes y repetitivas intervenciones comerciales, y con las escenas más sanguinarias y los desnudos editados. Es por eso, que viendo cada capítulo de jalón, éste dejaba de ser un capítulo: se convertía en una película corta. No un cortometraje, simplemente una película corta.
De los 26 capítulos que son, que prefiero llamar, a riesgo de sonar repetitiva, historias, unas son buenas, unas no tanto, un par francamente malas, y a mi parecer, dos, son excelentes. Uno, es el último de la primera temporada: “Imprint” (traducida como Vestigios), de Takashi Miike, el director de Audition e Ichi the Killer… que son una oda al gore-acción oriental. En ésta, el personaje principal es Billy Drago, que si bien, no tiene un currículum tan extenso, me remonta en un nosequéquequéseyo a David Bowie, y su actuación es extraordinaria. Si les gustan las torturas explícitas, las leyendas oscuras de las aldeas, la prostitución, las malformaciones y la maldad como algo que está casi en la sangre, seguramente les gustará, pero… quiero concentrarme en el capítulo que más me ha impresionado, y del que, si de mí dependiera, dejando íntegra la historia, lo volvería un largometraje.
John Carpenter hizo historia con Halloween, The Thing, Christine, y Vampires, por mencionar algunos de sus trabajos, y de ellos, algunos ya son todo un clásico del cine, tanto, que han pasado por parodias en Los Simpson, y han tratado de hacer remakes, bastante pinches, para mi gusto, perdonen ustedes el francés.
En fin… el último trabajo que vi de Carpenter fue Vampires, y la verdad… me decepcionó mucho. Básicamente la historia era nula y sólo se veían matazones… los efectos sí estaban muy bien hechos, eso que ni qué, pero después de que Carpenter había sido tan cuidadoso con sus historias, al ver lo que había pasado con su para entonces último trabajo, me atreví a pensar que su talento iba en declive, y ya no me atreví a ver Los Fantasmas de Marte (Ghosts of Mars)… ya buscaré alguna crítica a ver si me animo.
En fin… Cigarette Burns (Capítulo 8, primera temportada), que con el título, hace alusión a las manchitas negras que de pronto aparecen en una proyección de cine durante una película, redondas, porque la cinta se desgasta, que parecen quemaduras de cigarro. Desde el título, nos remonta al cine… y es en un cine donde ocurre la historia, que es en y sobre cine.
Kirby, dueño de un cineclub, que está quebrando, es contratado por un misterioso y excéntrico coleccionista y productor de cine, para buscar el original, la única reminiscencia de una cinta proyectada una única vez en un festival de cine, décadas atrás. La cinta se llama Le Fin Absolute du Monde (El final absoluto del mundo). Hay quienes dicen que esa cinta es un mito… los pocos que quedan vivos después de su única proyección juran que es verdad. La razón por la que sólo se exhibió una vez, fue porque todo el público se mutiló durante su proyección, y sólo sobrevivieron los que no se hicieron heridas letales. ¿Qué fue lo que hizo al público matarse durante esa proyección? ¿Qué fue lo que vieron? ¿Qué había en sus imágenes, en su historia, que los pocos restantes tienen un recuerdo lleno de fascinación de ese lamentable momento? Muy fácil… en la película se mutila a un ángel, un ángel de verdad.
No suena tan absurdo el desastre, si se considera que en esa película se convierte en algo tangible destrozar todos los sueños, la bondad y la divinidad humanas, donde los humanos se convierten en algo peor que un pedazo de mierda, y al mismo tiempo en seres sanguinarios, inescrupulosos, que harán lo que sea por dinero, por un éxito de taquilla… jugar con la divinidad, con el cielo, con la misma humanidad. No suena tampoco absurdo su nombre.
Kirby, para darle más sazón a la historia, es un personaje atrapado en su pasado, y para él, en un momento, conseguir la película se vuelve más un reto que otra cosa.
Los personajes que aparecen durante la historia, son en exceso humanos… entonces, esta ficción, tan retorcida, de alguna manera se vuelve accesible, porque en algún momento, aunque sea un instante (como en mi caso, tener la misma fascinación por el cine que Kirby), es fácil sentirse identificado, y es fácil pensar que nosotros somos parte de esa putrefacción que tuvo la osadía de despedazar a un ángel frente a muchos ojos… un snuff se le queda corto.
El cómo llegó el ángel, cómo lo aprisionaron y todas las demás características de la película quedan abiertas, algo acertado a mi parecer, porque si no, de nuevo jugaríamos a controlar lo desconocido… algo que de plano no se puede. No tiene caso humanizar algo que desconocemos, algo que no somos capaces de comprender.
No voy a contar obviamente el desenlace de la historia, ni el declive mental de Kirby ni del productor que lo contrata durante la (sí) Película, pero es desgarrador, es inesperado, es fabuloso.
Es un MUST para los amantes del cine raro, retorcido, bizarro, terrorífico.

Otros capítulos que también me gustaron:
Cap. 1, temporada 1: Incident in and off a Mountain Road (Don Coscarelli)
Cap. 2, temporada 1: Dreams in the Witch House (Stuart Gordon)
Cap. 9, temporada 1: The Fair Haired Child (William Malone)
Cap. 12, temporada 1: Haeckel’s Tale (John McNaughton)
Cap. 2, temporada 2: Family (John Landis)
Cap. 11, temporada 2: The Black Cat (Stuart Gordon)
Cap. 13, temporada 2: Dream Cruise (Norio Tsuruta)


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jueves, 13 de agosto de 2009

Repo! The Genetic Opera


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Repo! The Genetic Opera: ¿qué pasaría si juntáramos una producción de Proyas, Burton y Robert Rodríguez? O el Broadway del inframundo…

Para los que amamos la estética visual de Sin City (una co-dirección de Robert Rodríguez, Quentin Tarantino, y Frank Miller) así como de la inigualable “El Cuervo”, que fue una película parteaguas dentro del cine “oscuro” contemporáneo, tanto en trama como en dirección de arte y maquillaje, y a la vez estamos pendientes de las nuevas locuras de Tim Burton (del que empiezo a notar, que su película Alicia en el País de las maravillas, es la más esperada del 2010 por los jóvenes de mi generación), Repo! The Genetic Opera no puede ausentarse en nuestra colección, o de menos formar parte del repertorio de películas que hayamos visto.
Fue toda una odisea conseguirla, para no variar. La internet me falló, los torrents y también la mula, sobra decir, como es costumbre en este blog, que no estuvo en ninguna sala de cine. De verdad me interesaba conseguirla: Sarah Brightman, de quien soy fiel admiradora a lado de Paris Hilton (sí, la Hilton). Total que la película por fin llegó a mis manos, al parecer, como una apuesta a que alguien no la conseguía. No podía esperar a verla.
La trama es muy sencilla, inspirada en un musical escrito por Terrance Zdunich (que es uno de los nuevos galanes alternativos, así como de chavo lo fue Johny Depp, así que estaré pendiente de futuros trabajos), sobre un futuro no muy lejano, donde se pone de moda cambiar de órganos, una vez que los tuyos empiezan a fallar: pulmones, espina dorsal, riñones, corazón, lo que sea. Ya que la gente vive por y para los trasplantes de órganos, la gran compañía, encargada de distribuirlos: Geneco, crea un plan de financiamiento para cirugías, con enormes intereses, y que, legalmente puede matarte para quitarte de nuevo tu órgano, si te retrasas en los pagos. Alguien tiene que hacer ese sucio trabajo: Esto es ser un asesino legal con identidad casi anónima: el repo.
Son los adornos lo que hacen a esta puesta en escena tan interesante, y tan rica, e irónicamente, no cae nunca en el exceso de elementos. Cada personaje, cada color, cada matiz, y cada pequeña historia se entrelaza con el monstruo capitalista de intercambio de órganos, que es la historia central. El legal intercambio de órganos. El repo a la vez tiene su vida, sus problemas. Es el asesino que no es malo, pero que te quitará sin clemencia tu estómago y tus intestinos si tienes la osadía de deberle algo a Geneco. El asesino que vive atrapado en un amor pasado, en un sueño que es doloroso. Es la hija del asesino, que alguna vez fue doctor, de inocentes diecisiete, que lleva toda su vida encerrada en un castillo pegada al televisor y a una pantalla gigante que casi levita en las sucias calles. El dueño de la compañía, amigo y antagonista de Nathan, el ex doctor y actual repo: Rotti Largo, que es el hombre más poderoso del mundo, pero a la vez quizás el más solo, y que irónicamente no está tan solo: tiene tres hijos, cada uno peor que el otro: Amber, Luigi y Pavi. Está el profanador de tumbas, que saca una droga de los cadáveres capaz de hacer sentir a la gente que se encuentra en una cirugía. ¡Aman esa sensación! (qué delicia, me voy a viajar al quirófano): el Graverobber (Terrance Zdunich), y su droga tiene mucha demanda. Mismo que a la vez se vuelve amigo-compañero de aventuras de Shilo, la inocente hija del Repo. Y a la vez está una soprano bellísima, con voz de ángel, vestuario exquisito, buen corazón, presencia inigualable, y ojos verdaderamente cautivadores, dignos de una ninfa, de un ángel, de una diosa, ojos tan estremecedores…que no son reales. Son ojos mecánicos capaces de proyectar imágenes tridimencionales en el aire. Amiga de antaño del Repo, fiel servidora de Largo, ícono de la moda y de la música en este múndo gótico timburtonesco-proyano, dónde todo parece ser tinieblas de la mañana a la noche, donde todos se visten de negro, donde los encajes y el tul negros, y las botas altas parecen ser lo único que existe.
Cada personaje tiene un encanto muy propio, una presencia muy característica, un juego muy particular en la historia. Y falta un detalle… hablamos de un musical. Una ópera gótica, donde los metales y los instrumentos distorcionados resaltan. Voces gritonas, notas de rock… con la diferencia en comparación con otras comedias musicales, a mi parecer acertada, de que los diálogos, si bien, en su mayoría son cantados, son verdaderamente cortos, lo que hace que la historia mantenga su continuidad y agilidad, sin quedarse estancados con la sensación de “para siempre”, en alguna escena. Consideremos también, que las canciones, o diálogos musicalizados, ocurren sobre pilas de cadáveres, en cementerios, con gente desangrándose, entre prostitutas, o en despachos o habitaciones verdaderamente lúgubres.
Parece que la luz del sol es mera ficción en este lugar sin nombre. Tal vez es por esto que todos en la película son increíblemente pálidos, detalle, que por estética, porque se pensó o porque es mero accidente, resalta el ambiente sombrío del que la enriquecieron, y sin llegar a verse recargado.
Sarah Brighman está exquisita, y me atrevo a decir que es la primera vez que no me disgusta la Hilton en cine… tal vez porque disfruté de ver a una mujer malencarada, egoísta y en exceso vanidosa, a la que se le cae la cara en público, dejando a la vista sólo músculos y sangre maltrechos.
Paul Sorvino (Largo), es el malo que a la mera hora no es tan malo… y que perfectamente es el villano sin llegar a caer en la caricatura. Shilo (Alexa Vega), es cautivadora con su rostro y mirada de niña darketita, inocente, dulce… vulnerable.
Zdunich no podría haber quedado mejor para ser el Graverobber… parece salido del teatro de los vampiros (el de Armand, en Entrevista con el vampiro –el libro-), pero él, no el personaje. Entonces con su voz, sus facciones y su precencia le da al personaje un toque enigmática y fuertemente teatral… y con su aparición, nos podemos transportar fácilmente a un Broadway, en las cloacas. O a un Broadway en el Chopo. Un Chopo donde podemos encontrar al hombre más poderoso del mundo junto a su hijo neurótico, a su hijo sin cara, y a su hija completamente falsa, rodeados de guardaespaldas igualmente falsos, y de gente que parece salida de un terrorífico cómic, como lo fue en un principio, y de nuevo, otro acierto, el creador del cómic –Zdunich- es co-escritor de la película, y creador del story board, o sea, de las ilustraciones, que darían pie a las escenas con vida, así que es una de las pocas veces, que podemos ver las imágenes casi casi saliditas de la mente del creador. La dirección, es muy acertada por parte de Darren Lynn Bousman.
Para los muy delicados, no tomen la película con mucha seriedad, porque abundan las vísceras, los cadáveres, las agujas, la sangre, y encima la parodia a la iglesia cristiana tan de moda en el Gabacho, donde los iluminados testifican sobre cómo la cirugía cambió su vida. Si no les gusta ver pedazos de órganos tirados, tal vez la encuentren sobrecargada y excesiva, la verdad yo no la veo así. También, porque el mundo retratado en la película es entera ficción, los personajes son exagerados, gritones, caprichosos, con exceso de ademanes, si se trata de compararlos con una dirección o guión de Woody Allen. Nada mejor para el estilo que maneja la cinta, nada peor para quien espera una actuación naturalita y casi neutral. No esperen música clásica ni coros de ángeles sólo porque aparezca la Brightman, y no esperen un final feliz… porque si lo tuviera, la película habría perdido todo su sentido.
Sin más, esta humilde crítica se despide no sin antes decir que su empeño en conseguir filmes relativamente extraños, no se detendrá.


repo 2


martes, 12 de mayo de 2009

Las imágenes Oníricas de Michel Gondry


science of sleep 2


be kind rewind 2

Acabo de descubrir a un director que estoy convencida de que pasará a la historia, no sé si porque en cincuenta años sus películas sean clásicos a secas, o porque se sigan considerando películas bizarras (y no del tipo de Ed Wood, aclaro).
No es sólo un hombre francés (y digo lo de francés, de manera sexy por ese acentito que tienen), de 46 años (madurito pero aún con energía y ganas de vivir, trabajar y seguir aprendiendo), escritor (no sólo habla francés, sino que conoce bien el lenguaje, cualidad que puede alborotar mis hormonas) de fantasía (¡qué creatividad! ¿se casará conmigo?), y de temas algo extraños, divertidos, y que generalmente no son abordados en las películas a las que estamos acostumbrados: la mente, los sueños.
Sin proponérmelo, dos días seguidos, vi dos películas, ambas dirigidas por él, y husmeando en IMDB, descubrí que algunas películas bastante afamadas, son suyas, entre ellas Eterno resplandor de una mente sin recuerdos; videos de los Chemical Brothers, y otros largometrajes, que no he visto, pero que ya despertaron mi curiosidad.
Si bien, tuve oportunidad de ver la primera hace unos años, aunque en efecto, consideré que era muy extraña para pertenecer al reino de Hollywood, he de confesar que no le presté atención al nombre del director. La película, no me encantó, honestamente, sin embargo, Jim Carrey, que siempre me ha gustado más como actor serio (aunque a algunos eso les pueda sonar a blasfemia), se luce, y la actuación de Kate Winslet es fabulosa (actriz que también me hizo llorar, textualmente con Finding Neverland (2004, Marc Forster).
Un mundo en el que tienes la opción de borrar de tu mente todos los recuerdos que tengas de una persona, para liberarte, es un tema que a muchos podría ofender, pero que por otro lado, también puede atraer mucho… Y a la vez, la película te deja algo bien claro, tienes la posibilidad de controlar tus recuerdos, pero no tu destino. El destino, deja de ser un azar, se convierte en un hecho.
Pero fue hasta ayer, que me deleitaba y me trataba de concentrar (para no perderle el hilo), viendo La Science des Rêves (La ciencia del sueño, 2006, Michel Gondry, con Gael García Bernal y Charlotte Gainsbourg), que volví a encontrar un tema tan tabú en el cine: Los sueños. Es verdad que en muchas películas hay analogías de los sueños, o dentro de las películas podemos ver mediums que se comunican con el más allá por medio de sus sueños, o que las pesadillas marcan a algún personaje, pero si lo consideramos a fondo, los sueños como tal, son un elemento para las historias, un condimento, y no la historia. Es por eso que Black Moon (1975, Louis Malle) y Waiking Life (2001, Richard Linklater), me impresionaron tanto. Ambas eran justamente sobre los sueños, y sin los sueños, no habría habido película (en ninguno de los dos casos).
Esto es lo que felizmente, podemos apreciar en La Ciencia del Sueño. Toda la vida del personaje principal, no es la vida misma, la vigilia. Son sus sueños. Ellos tienen más peso en su existencia, así como sus ideas, que los acontecimientos diarios, ceremonias, empleos, fiestas. Toda la cotidianeidad queda relegada a un segundo plano porque lo que cuenta, es lo que ocurre en tus sueños, donde puedes controlarlo todo, o casi todo. La pregunta clave es “¿Por qué no puedo soñar con Stéphanie?”… Y es aquì, cuando la realidad, si es que la realidad es el estado de vigilia, adquiere cierta importancia. La importancia necesaria como para no dejar los sueños a un lado, como para tratar de equilibrarlos, de encontrar el punto exacto para vivir “la vida” y vivir “el sueño”, sin que uno relegue a otro.
Pero encontrar a alguien que quiera participar en el mismo juego, no es nada fácil. Y no es nada fácil cuando la otra persona está conciente del reto y se encuentra entre la espada y la pared: la zona de confort o lo fantástico, lo desconocido. Lo triste (¿comprensible? ¿justificable?) es que ante un reto así, la mayoría prefiere (¿preferimos?) la zona de confort. Hasta el dicho lo dice: “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Esta es la situación de Stéphane y Stéphanie. El primero sueña, la segunda, sueña despierta, pero está deseosa de soñar a todas horas, pudiendo dejar atrás al resto del mundo.
El lazo que crean durante la película es por medio de conversaciones absurdas, de los sueños de Stéphane, de las manualidades de Stéphanie, de los extraños inventos de él, de la interesante creatividad de ella. Cuando se conocen, ninguno de los dos está preparado, porque los dos, a su manera, viven completamente en su mundo, y ese mundo se rompe, se divide, se fusiona. Se fusiona para crear un universo paralelo, por y para los sueños. Donde pueda correr el espíritu, sentirse libre. ¿Entonces la locura no sería la solución a todo? No lo sé, pero la pregunta queda abierta. La Ciencia del Sueño, si bien, tiene una estructura lineal, deja todo este tipo de interrogantes abiertas, y bien dice Zulawski, “En lo que a mí concierne, no hago una concesión con los espectadores, esas víctimas de la vida que creen que una película está hecha únicamente para disfrutarla, y que no saben nada de su propia existencia” (Si esto de alguna manera asemeja a Lynch, ignoro si ellos alguna vez se han conocido). A su manera de pensar, y en cierto modo la mía, una buena película te debe dejar pensando, dejar al menos una duda en tu cabeza.
Y la otra película de Gondry que apareció en mi videoteca (que en este momento tiene 1139 películas, pero mañana quién sabe), es Be Kind Rewind (2008, con Jack Black y Mos Def), que se traduciría como “Por favor, rebobine”, slogan muy común en USA, con los videocasetes; en los centros de alquiler; pedían amablemente que entregaran las películas rebobinadas después de una renta.
No es precisamente de un mundo onírico, pero está llena de imágenes como de sueños, traídas a la realidad: la creación de películas. Es una comedia ligera, pero con un gran contenido. Dos amigos, que tratan de salvar el videoclub de un amigo mayor. El problema comienza cuando uno de ellos sufre un accidente, que lo deja magnetizado, y sin querer, borra todas las películas del almacén con sus propias manos, situación de por sí muy inusual. A partir de aquí, la aventura da inicio. No tienen películas, pero necesitan rentar algo, no tienen dinero para comprar más, así que recurren a sus propias creaciones, como una idea espontánea para no quedarse sin nada qué hacer, copiando distintos títulos de películas afamadas, pero muy a su manera, con efectos especiales que no existen, con una producción completamente nula. Sin que nadie se lo espere, el resultado de su experimento-desesperación, es sorprendente.
Mia Farrow y Sigourney Weaver hacen aparición con papeles pequeños, pero ambas, magníficas como siempre. Ante mil obstáculos, los dos amigos, salen adelante y se ganan el corazón de todos los habitantes de su pueblo. La historia no sería gran cosa, de no ser por cómo está contada, y cómo alternan el argumento, con tomas de sus improvisados y torpes sets de filmación. Cada vez tienen más actores amateurs a su cargo, más props, y más público. Situación tras situación, llegan al absurdo, se recuperan y vuelven a caer en el absurdo. Es una pieza magnífica, que definitivamente sacará más de una carcajada.
No sé ustedes, pero por lo pronto, primero de manera legal, trataré de conseguir más piezas del visionario francés que se va imponiendo poco a poco, a partir de mañana, si no, volveré con mis viejos amigos, los torrents.

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miércoles, 6 de mayo de 2009

Las fronteras del terror


frontier 1


Hace poco, tuve la oportunidad de ver Frontière(s), cuya traducción sería Frontera(s), precisamente.
Tras estar buscando en foros de cine lo más innovador y espeluznante de Francia, el país del cine de arte, y de los grandes parte aguas, varios títulos saltaron ante mí, con muy buenas críticas y comentarios.
La misión principal, más que verlas, era conseguirlas. De nuevo pasé por mis travesías en tiendas como Ghandi, Mix Up y El Sótano, que se jactan de tener o poder conseguir cualquier película que desees. Ya me habían quedado mal con Le libertin (tal vez mi comedia favorita francesa; El Libertino, de Gabriel Aghion, con Vincent Perez y Fanny Ardant), y Whatever Happened to Harold Smith (1999, Peter Hewitt, Inglaterra), por mencionar dos, que en verdad sólo pude conseguir gracias a los torrents, y en el viejo mundo, respectivamente.
Bien pues, me quedaron mal de nuevo. Y también los puestos piratas del Centro y de Tepito (que de plano no sé dónde se abastezcan, pero su colección, está mejor, por mucho, que la de Mix Up). Me empecé a cuestionar si no había alucinado dichos títulos, porque día tras día… en los torrents, no aparecían, pero no, los comentarios seguían en los foros, y las reseñas y datos en IMDB.
Después de estar duro y dale, todos los días (¡por fin!), apareció Haute tension (Alta tensión), sólo era cosa de esperar a que algún buen samaritano la subiera a la red, y así ocurrió.
La película, no me fascinó, pero no puedo negar que me dio algunos buenos sustos y que me mantuvo tensa en todo el tiempo que duró. Así que más me emperré en conseguir las dos más aclamadas: Ils (Ellos, Francia, 2006, dirigida por David Moreau y Xavier Palud); y Frontière(s) (Fronteras, Francia, 2007, dirigida por Xavier Gens).
La búsqueda fue larga, tediosa, no lo niego, pero cuando las encontré, no sólo tenían suficientes fuentes, ¡sino que tenían subtítulos en español! (Cabe aclarar aquí, que aunque entiendo algo de francés, y sé más o menos pronunciarlo, definitivamente no lo hablo, y no me gusta perderme una sola palabra de la traducción, siendo un idioma tan rico, y por otro lado, no soporto las películas dobladas… como dice Francisco Sánchez, ¿qué sería de ver una película de Marilyn Monroe sin escuchar su tonito tan característico, o de Humphrey Bogart?).
Prácticamente contaba los minutos para que estuvieran listas. La primera fue Ils, de la que, hablaré en su momento, pero (aunque ya lo he mencionado antes), un hecho es, que tiene mucho que ver con Eden Lake (James Watkins, Inglaterra, 2008), que a su vez es considerada una de las mejores películas de terror británico de todos los tiempos.
Yo recomendaría primero (por muchos motivos), que vean Ils, Después, si les gusta, con toda certeza Eden Lake.
Y bueno, para no hacer el cuento largo, cuando vi Ils, hasta se me escaparon unos gritos, cosa que si una mujer hace con una película de terror, puede ser por dos posibles motivos: Uno, es que tienes a un galanazo a lado para que te abrace; o dos, porque en verdad te asustó. No existía ese galanazo, los gritos eran “deadevis”. Otra cosa muy válida con el mismo fin, es taparte los ojos, o apretar algo (en este caso, si son unos bíceps torneaditos, mejor).
Bueno, con carencia de hombre (en el sentido estricto de la palabra), y gritos de verdad, la bien sabida adictiva adrenalina, me hizo dar el siguiente paso. Buscar más terror, más sustos. Más imágenes llenas de sangre y de pánico, más historias complejas, más factores sorpresa. Asesinos, monstruos, fantasmas, locos, da igual, con que asuste.
Dicen (por increíble que se oiga), que los sustos (moderados, claro), son buenos para la salud.
El asunto es que como esa es la idea, asustarse, ver una película de terror, a mitad de la noche, y a solas, es lo mejor. Pero a muchos no les gusta la idea. Acepto que hay veces que es difícil conciliar el sueño… pero bueno, un pequeño precio para tan digna afición (¿o adicción?).
Y empieza lo grande… después de otras tantas películas de terror y suspenso francés, ocurrieron dos cosas: Hollywood y sus efectos especiales, se quedó corto, casi invisible, y la otra fue, que desesperadamente tenía que conseguir más terror del viejo continente, y pronto.
Un amigo que sabe mucho de cine me dijo una vez: El cine de Estados Unidos, es para niños (se refiere a las historias); y el cine europeo, es para adultos.
Creo que tiene razón. No tienes que ponerte a pensar para entenderle a Los Cuatro Fantásticos ni a Chucky; pero eso sí, a Lynch ni lo mencionamos, porque él es punto y aparte.
Susto tras susto, sorpresa tras sorpresa, llegué a las fronteras… a las fronteras del horror mismo, de los límites.
¿Cómo resumir Frontière(s) en pocas palabras? Sangre, canibalismo, fetiches, política, nazismo, desolación, desesperación, carnicería, sótano, niños mutados… todo esto, en algún momento u otro aparece en la película. Cuando crees que ya viste todo, hay una sorpresa más, ora de argumento, ora de imágenes, que de por sí son bastante explícitas.
La historia comienza con un grupo de jóvenes bien metidos en los revuelos post-elecciones, y por lo mismo, en grandes aprietos con los derechistas. Tienen que salir del país, ya, sin planearlo, necesitan ponerse a salvo de la policía. Cuando logren salir, en dos grupos de dos, acuerdan encontrarse en un pequeño motel cerca de la frontera, donde ya no es un país ni otro, donde ya no hay reglas. Y eso precisamente es una frontera, un lugar que no pertenece a ningún otro… ya no hay ley, es la perdición.
Llegan primero dos, más tarde, una ex-pareja, en la que ella está embarazada.
Las cosas a partir del motel, pasan a suma velocidad. Las hermanas que atienden-son dueñas del lugar, van directo a la cama con los chicos, tal vez para probarlos, ver cómo saben. De pronto, cuando un tercer hermano aparece, las cosas ya no son ni podrán ser nunca como antes.
La familia, que son tres hermanas, pero más tarde aparecerá la tercera, que es una niña con algún retraso, tremendamente dulce y a quien utilizan como fábrica de bebés; los dos hermanos que son uno gordo, carnicero, que se encarga de desollar a los cerdos en las instalaciones subterráneas, y el otro, alto, fuerte, imponente. Todos con miedo y respeto por el padre, que tiene ideas completamente absurdas de crear y/o pertenecer a una raza superior.
Después de que la pareja que no lo es tanto llega, es cuando la verdadera carnicería empieza, cuando el chico se encuentra casi por accidente, a uno de sus amigos colgado de los tobillos cual cerdo.
Pura diversión… por temor al padre, hacer lo que él quería para que más tarde sus aterradoras costumbres se volvieran un placer… locura, no tener conciente lo que es el bien del mal (si es que alguno de los dos es real), descalificar al resto de los humanos como tales y convertirlos en animales, pues es el trato que reciben… explicaciones hay miles, no sabemos cuál pueda ser con certeza. Pero lo que es evidente es la poca misericordia que esta familia puede tener con los huéspedes-invasores.
Se convierten en carne, textualmente en carne.
Al inicio una de las hermanas menciona que se organizan fiestas de casa… huéspedes pasados fueron con toda claridad las presas.
La locura en su límite, construcciones ocultas que jamás imaginaría uno poder toparse en mitad de la nada, la sensación de soledad y desamparo… no hay teléfonos, no hay coches, no hay vecinos por ningún lado. La desesperación también al borde de partir al más fuerte a la mitad. La angustia en su máxima expresión, como el instinto de supervivencia.
Al final, alguien sobrevive. Si es de los buenos, la cárcel parecería un cuento de hadas, si es de los malos, tal vez haya sido sólo su diversión diaria y piense formar una familia igual de bizarra. Dicen que si algo tienen los locos, es poder de convencimiento.
Esta película rozaría en el gore, de no ser, porque entreteje bastante bien con su carnicería y torturas, la personalidad de todos los que aparecen, y también, porque hay ciertos diálogos que refuerzan la historia, aunque esta última, debido a tanto shock en las imágenes, puede resultar un tanto difícil de seguir, lo mismo que el condimento necesario para atraparte y no poder dejar de verla.
Para los amantes del terror, esta película, en unos años, será un clásico.

Otras películas francesas de terror y suspenso que fervientemente recomiendo:

Terror:

-Deep in the Woods (En lo profundo del bosque, Promenons-nous dans le bois, Lionel Delplanque, Francia, 2000)
-Haute Tension (Alta tensión, Alexandre Aja, Francia, 2003)
-Sheitan (Atrapados, Kim Chaparon, Francia, 2006)
-Ils (Ellos, David Mureau y Xavier Palud, Francia, 2006)
-Trouble every day (Sangre caníbal, Claire Denis, Francia, 2001), aunque ésta sí es lenta
-Calvaire (Fabrice Du Welz, Francia, 2004), ésta tampoco es muy ágil, pero vale la pena
-Martyrs (Mártires, Pascal Laugier, Francia, 2008), ésta es de las mejores
-Inside (A l’intérieur, Alexandre Bustillo y Julien Maury, Francia, 2007)

Suspenso:

-13 Tzameti (Calle Tzameti, Géla Babluani, Francia y la República de Georgia, 2005)

Drama-suspenso

I-n my skin (Dans ma peau, Marina de Van, Francia, 2002)


Y otras, cómicas, principalmente, que no pueden quedarse atrás, todas, de cine francés contemporáneo, pues me tengo que cultivar más en el clásico:

-Enamórate de mí (Priceless, Hors de prix, Pierre Salvadori, Francia, 2006), comedia
-8 Femmes (Ocho mujeres, Francois Ozon, Francia, 2002), comedia, suspenso
-Persepolis (Vincent Paronnaud y Marjane Satrapi, Francia, 2007), animación, drama
-Todas las mañanas del mundo (Tous les matins du monde, Alain Corneau, Francia, 1991), si es que 1991 se sigue considerando contemporáneo; drama
-Dobermann (Jan Kounen, Francia, 1997), acción
-Indochine (Indochina, Régis Wargnier, Francia, 1992), drama, una joya
-Le Libertin (El libertino, Gabriel Aghion, Francia, 2000)
-Jeux d’enfants (Quiéreme si te atreves, Yann Samuell, Francia, 2003), comedia, drama
- Las trillizas de Belleville (Les triplettes de Belleville, Sylvain Chomet, Francia, 2003), animación, aventura, musical


frontier 2

sábado, 2 de mayo de 2009

Sólo una Vez en la Vida… se te mueve así el corazón


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Si bien, dicen que la práctica hace al maestro… la práctica no me es fácil de seguir, porque por desgracia, me aburro muy pronto “de todo”, según mi mamá. Sin embargo, para no quedarle mal a Francisco Sánchez, mi queridísimo amigo, crítico de cine y como mi segundo padre, al que por cierto, tengo medio abandonado, acá, estoy tratando de hacer un esfuerzo, de escribir una reseña- Escribir un poquito. Que es por gusto, sí, pero la disciplina nada más no me entra… ni con el violín que de pronto me reclama que lleva días abandonado.
Ando saboreando la película de hace rato, a la que me “sometí” (que es un término erróneo porque el encierro por culpa del virus es una cosa casi obligatoria, pero el asunto de la peli, es punto y aparte), mientras me comía unas deliciosas palomitas de microondas, justo después de ver al encantador de perros, a ver si él, le podía contagiar alguna gracia de sus perros al mío, aunque fuera por ósmosis, pues no logro que el ingrato se comporte.
Volviendo a mis downloads piratas (aunque muchos hagan rabietas de que me jacto de ser una cyber pirata)… lamento decir que no tengo ni la más mínima idea de si ésta llegó a México, y si llegó, si le respetaron el nombre, que no creo, porque el nombre es difícil de traducir: “Once” (Irlanda, 2006). Se podría llamar Solamente una vez, Sólo una vez, Una vez en la vida, o algo que haga alusión a esos acontecimientos que nunca van a volver a ocurrir, esos que nosotros sabemos si los tomamos o los dejamos, y que por cierto, muchas veces dejamos. Esas encrucijadas de la vida: oportunidades, amores, empleos, amistades. Las dejamos en el simple momento en el que alguien que sin conocer, te cae bien en el metro aunque no sepas por qué, pero sabes que te gustaría hablar con él o ella, y te sonríe, y lo dudas pero al final te bajas sin haber intercambiado palabra, y lo mismo del otro lado. ¿Podrían, esos dos segundos que te habría tomado un saludo, en efecto, haberte cambiado la vida? Nunca lo sabremos. Nunca lo sabrás, porque ya pasó, y ese momento único, no se repite. Ni en los cuentos. ¿A poco Felipe dudó por un instante que Aurora fuera el amor de su vida?
Momentos únicos, oportunidades únicas, y música exquisita en el centro de Dublín le dan vida a esta historia.
Para muchos de nosotros esas calles podrían resultar idílicas… demasiado perfectas, pero no. Hace unos meses estuve mes y medio en Inglaterra, y algo que me llamó particularmente la atención de Londres… ¡no! No fueron sus tiendas, no fueron sus chicos y chicas que parecían escapados de 90210 (digo, por lo bonitos), no fueron los monumentos, los museos (a los que por desgracia no entré porque para vivir en Londres como mortal y sin trabajo, te sale más fácil vender un riñón), ni la arquitectura… que en fotos todos conocemos. Fueron los músicos callejeros. Y por músicos, digo músicos, de cuerpo y alma, de actitud: bajo los puentes del río, en las esquinas, en el metro, en zonas de tiendas a mitad de la nada. Todos con completa dignidad, gozando lo que hacían por muchas o pocas libras… eso no lo sé, pero asumo que si llevan días haciendo lo que hacen, no los trata tan mal la vida. Esperemos que así sea.
Dos fueron los que más me impresionaron:
El primero, justo bajo el puente de Londres, en el paso a desnivel, que olía a humedad, más bien oscuro, y las calles con un frío que se esforzaba en mantener mi piel roja como jitomate, había un cellista. Caminando a la velocidad de Londres, donde cada esquina te impresiona con monumentos y con historia, parece ciencia ficción que en un lugar que pudiera parecer tan triste, te puedas topar con alguien que en verdad le hacía el amor a su cello. Sus manos que a simple vista podrían parecer grandes y torpes, pasaban con una suavidad de una cuerda a otra, lo mismo que usando el arco, o tocando pizzacatos.
Lamento decir que no pude reconocer la pieza que tocaba, a menos que fuera original, y me sentí muy inculta… pero su habilidad en los dedos me dejó cautivada y boquiabierta… y encima de todo, mantenía una dignidad propia de un rey que combinaba con una sonrisilla ligeramente irónica que no sabes si es de “odio estar aquí”, “la gente no tiene idea de lo que o a quién están escuchando”, o de “en verdad disfruto tocar aquí, disfruto tu compañía, aunque no me digas nada, aunque no sepa tu nombre”. Me quedé un rato admirándolo, le di una libra, tristemente, porque no traía mucho dinero, le tomé un video de unos diez segundos, y seguí mi camino, porque ese día particularmente, no sabría si volvería a estar en Londres. ¿Cuál era su pasado? ¿Cómo se llamaba? ¿Cómo fueron llegando a su rostro esas arrugas con el paso de los años?
Y el otro músico, en Covent Garden, un área de tiendas no tan “posh”. Se encontraba sentado en una escalinata, como de mi edad y muy guapo. Era un chico con una armónica, que intercalaba con cantos dignos del gospel, y que para sorpresa mía, pese a ser blanco, salían de su garganta… o de su diafragma, o de su boca… da igual, la impresión sería la misma. Esa melancolía y esa energía, parecían haber salido de Crossroads (USA, 1986). Como soy fanática del blues, su voz, que tenía tesitura en efecto envidiablemente negra, sus jeans grandes y viejos, su rostro pálido, y las notas entre tristes y alegres que salían de la armónica, me parecían deliciosas, y me detuve a mirarlo unos segundos. Me encantó que al menos parecía que no le importaba nada ni nadie a su alrededor, que no existía en el mundo nada más que su armónica, a la que le sacaba sonidos con los brazos bien levantados, cubriendo su rostro, como lo hacen los negros (y digo “negros” con tono de admiración, aclaro) blueseros de Nueva Orleans. Por más que busqué su mirada para sonreírle, para decirle “me gusta lo que haces”, jamás se la encontré, y eso me intrigó… me gustó.
Así aparece Él tocando en la película. Once. Y le digo Él porque el director y escritor John Carney, jamás hace públicos los nombres de los personajes (Qué maravilla cuando escriben y dirigen… logran transmitir las imágenes tal cual salieron de su mente). Son Él y Ella, y de alguna manera, eso los envuelve en un halo de misterio, les da fuerza. Y es así como después de tocar Él, en el centro de Dublín, tal vez una hora, tal vez todo el día, tenemos el close-up de Ella, con los ojos muy abiertos frente al músico, deseosa de escuchar un poco más.
Una muchacha de la República Checa, separada, madre a cargo de una bebé, a la que su madre cuida, y que tiene que trabajar vendiendo flores y limpiando casas, resulta ser la hija de un importante violinista que se suicidó tras contraer artritis. Ella ama tocar, pero no puede costear un piano, y un señor, dueño de una tienda de instrumentos le permite tocar ahí por las tardes, en el piano que ella elija, a la hora de la comida, en que la tienda está cerrada. Así no pierde el toque, y le dedica una hora diaria a la música, entre flor y flor, sin quejarse. En lugar de lamentarse por no tener un piano, se siente feliz de poder tocar en la tienda.
Y Él, es un hombre deprimido, aferrado al que considera el amor de su vida, con quién según él, terminó hace diez años, le compone canciones, está decidido a recuperarla. Él no vive mal ni le falta nada, pero por no estar solo, prefiere convivir con su padre, un viejito que después del primer instante, aunque seco, te cae bien. Se niega a enfrentar la vida, pero se entrega a la música, a componer, a tocar, a cantar. Le canta a su pasado, a sus sentimientos, a su vida. Es su dolor lo que le hace producir tan hermosas notas.
Por cosas del destino, la amistad surge y va creciendo, van componiendo, y van tocando juntos. La película en su mayoría son videos de los personajes cantando. Ora ensayando, ora grabando, ora caminando con una canción en la mente. Sumamente emotivos, reflexivos. Las letras son bellísimas. Descubren, o más bien reafirman que la música mueve montañas: sentimientos, retos, pensamientos.
La cámara en ningún momento es fija, los cortes son muy pocos, y esto nos da la impresión de estar metidos en casa de Él y de Ella, en las calles. Nos da un ángulo poco logrado en películas, y una sensación de intimidad, de ser un espía bienvenido en la historia que observamos.
De nuevo una cosa lleva a la otra, no sabemos si es la amistad, si es un amor que está surgiendo, la música, o mera casualidad, que logran grabar un disco, Él, como voz principal y guitarra; Ella, como corista y pianista. Otros chicos aparecen también como por arte de magia, tocando batería, bajo y segunda guitarra. El ingeniero de audio, al principio prejuicioso y prepotente, termina llevándose bien con todos, jugando frizbee con ellos en la playa, conmovido con lo que ellos hacen, y de lo que al parecer, ni siquiera ellos se percatan de lo bueno que es.
Como ellos hay miles de músicos en el mundo que son increíblemente buenos, y que son limitados en una esquina o bajo un puente por una disquera… por el comercialismo, el capitalismo. Dicen los productores que eso “no es” lo que la gente quiere escuchar. ¿Y ellos como cuernos saben? Si hay músicos como el cellista, el joven bluesero, o Él, definitivamente prefiero pagar mi boleto en la calle.
De nuevo, una cosa lleva a la otra, y él está dispuesto a partir a Londres, a buscar a su pasado, a recuperarlo, pero por otro lado, invita a su amiga, esperando obviamente como respuesta un sí. Un sí que no es concedido porque hay una niña y una madre que ya no está en edad de trabajar de por medio. La idea de salir de Dublín no es opción. Un no, que él no toma como “no puedo”, sino como “no quiero”. Sin resentimientos, sí, pero es incapaz de ver que el trabajo de los dos en el tiempo que llevan de conocerse ha dado como fruto el amor (cualquier remembranza con Jeux d’enfants es mera coincidencia), y que el amor llegó a ellos a través de esa pasión por la música, esa pasión en común. Es incapaz de comprender que su viejo amor le sabrá a hueco cuando esté en Londres. Y Ella, por su lado, es incapaz de enfrentar el hecho de que por mucho que su hija necesite un padre, la solución no es estar con alguien a quien no se ama.
Los dos tienen miedo de empezar una nueva vida, de hacer a un lado sus pasados, de construir algo mucho más fuerte, juntos… sin embargo, el final no queda del todo certero. No sabemos qué pasará, lo que sabemos es que a esos dos la vida les puso una encrucijada diciéndoles “aquí está lo que siempre quisieron, es cosa suya luchar por conservarlo, o huir”. Y a ciencia cierta, no sabemos si huyen o no.
Los protagonistas son los creadores de la música, que en definitiva, tiene que estar en una audioteca: Glen Hansard y Markéta Irglová, Él y Ella, respectivamente. Así que, como un plus adicional, toda la película escuchamos las voces originales de los cantantes y compositores de tan bella pieza audio-visual. Ya está pasando de moda el doblaje de canciones, o las voces que no son de los protagonistas.
Acabo de descubrir, mientras escribía esta reseña, que Once ganó el Oscar como mejor música original en el 2008, así que, tal vez no sea tan difícil de conseguir en México.
Bueno, pues, vayan a buscarla, y si tienen alguien especial con quien verla, mil veces mejor. Y no tengan miedo de las encrucijadas, pues para eso es la vida. Si no, nos sabría hueca.

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viernes, 1 de mayo de 2009

De Cine, Amor, y otras Perversiones

De cine, amor y otras perversiones

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Justo termino de ver Jeux d’enfants (Erróneamente con el título en español de “Quiéreme si te atreves”), que es una maravilla. A diferencia de Amélie, que es una comedia que tiene un final feliz-feliz, Jeux d’enfants (Juego de niños, que hace alusión a la manera de ver el mundo de los niños, completamente mágica), tiene un final algo así como feliz-trágico, y es un filme que demuestra que la felicidad aunque bien escondidita, siempre está ahí, lo mismo que el amor.
Honestamente, no sé si la película haya llegado a México o no, pero mi nerdez, sobre todo para conseguir películas raras, extravagantes, poco comentadas, no famosas, de culto, de autor, y cuantos más adjetivos puedan tener entre líneas “excéntrico” o “extravagante”, me he puesto a bajar últimamente algunos títulos que no suenan en México por ninguna parte (ilegalmente, por supuesto, benditos torrents).
De entre esos títulos que me he empeñado en conseguir, gracias a estar horas en internet buscando reseñas, encontré, también francesas Ils, Martyrs, Frontière(s) y Calvaire, todas de terror que literalmente me han puesto los cabellos de punta; Let the right one in (de Suecia, que después descubrí que sí llegó a México, y a la que le pusieron el bastante acertado título de “Déjame entrar”); C.R.A.Z.Y., de Canadá, que también es una maravilla; Ben X, de Bélgica y Holanda; Bully (USA), Nueve Reinas, Argentina; Wilderness (Inglaterra), y muchas otras no tan buenas, pero que se defienden, un ejemplo es Stay, con Ewan McGregor y Naomi Watts.
En fin… dado el asunto de que nos tienen prácticamente secuestrados en casa (sin restaurantes, antros, bares ni nada parecido abierto), por aquello del virus-conspiración, no me quedaba mucho que resignarme, comprarme rihartas palomitas para microondas, y disfrutar de mi criminalidad, viendo películas que bajé ilegalmente.
Total, que a lo que iba cuando empecé a escribir esta reseña, antes de mis humildes recomendaciones, es que, desde poco antes de Amélie, aunque el cine francés me gustaba, lo encontraba desagradablemente lento, inclusive en su llamado terror, que para mí era más suspenso que otra cosa.
El hecho, es que a partir de películas como Amélie, Todos contra Gregorio, 8 Femmes, Le Pacte de Leups, Le Libertin, Bon Voyage y algunas otras, a mi parecer, el cine francés se revolucionó, cambiando a algo mucho más visual, ágil, hipnotizante, lleno de color y con historias intrincadas pero para nada lentas. Y de 8 Femmes podemos llegar al cine de Gaspar Noé con Irreversible y Solo contra la humanidad… terriblemente crudas, pero bien hechas, ágiles, fuertes, capaces de sacudir neuronas.
No olvidemos que esta nueva ola, también tiene a las llamadas musas: Emanuelle Béart sigue apareciendo, Virginie Ledoyen, Eva Green (que pese al apellido nació en Francia, con unos ojos y una boca que todas querríamos para un domingo, y para los que tengan sus dudas, es la adorable y pervertida Isabelle, de Los Soñadores, la más reciente, pero esperemos que no la última obra de Bertolucci), la incomparable Monica Belucci (que ya sé que no es francesa, pero su trabajo principal es en este país), y en Jeux d’enfants, Marion Cotillard, que sin ser físicamente una diosa, tiene unos ojos, una boca y unas expresiones, dignas de una princesa urbana.
Bueno pues, empieza la película en una Francia al parecer de los tardíos 60’s, con imágenes muy infantiles, llenas de color, y aparecen una Sophie y un Julien de 8 años. El argumento empieza cuando la madre de Julien está cercana a la muerte debido a una metástasis, y antes de fallecer le enseña un juego que se podría traducir como “¿eres capaz o no?”, que consiste en que, gracias a una caja de metal, con forma de carrusel, quien la tenga de los dos participantes, le tiene que imponer un reto al otro, y si éste lo lleva a cabo, la caja cambia de dueño, hasta el nuevo reto. Al principio, aunque las bromas y los retos, son propias de niños, también son bastante agresivas, y van subiendo de tono conforme los personajes crecen. Cada vez más bellos, carismáticos e inteligentes los dos.
Cuando de la infancia, llena de experiencias nuevas, texturas, sabores, olores y el inocente surgimiento de un amor, llegamos a la adolescencia de Julien y Sophie, los retos se convierten a ratos en castigos, y van incluyendo los celos y la posesividad, y los sueños de los niños van cambiando. Sin embargo, los retos, a su vez, conservan un toque infantil, como lo es el simple hecho de seguir jugando. Hacer permanente un juego, extender la infancia, seguir teniendo la capacidad de no tomar todo en serio y de divertirse con pequeñeces son condimentos deliciosos para la historia. Sophie y Julien están conscientes de que están creciendo, pero se aferran a su infancia, a su juego inocente que al final no lo es tanto, a seguirle dando importancia a los detalles, a quererse. Pero en este falso color de rosa… (como siempre, hay un pero), se niegan a comprender que los sentimientos que tienen el uno por el otro, no son fraternales, y tampoco de íntimos amigos. Se trata de amor, un amor completamente puro e intenso al que le siguen dando la espalda.
Le dan tanta importancia a su juego, que no quieren comprender ni enfrentar el hecho de que están hechos el uno para el otro, desde que se volvieron íntimos amigos en la primaria, desde que escucharon La vie en Rose por primera vez juntos, desde que Julien pone en marcha el camión de la escuela con el chofer en la calle, lejos del volante. Lo importante es el juego, no el amor.
Pasarán muchos años para que lo acepten, muchas situaciones, algunas dolorosas, algunas llenas de comicidad… pero al final, aunque de una manera muy poco convencional, lo aceptan… sin jamás dejar el juego. Una virtud digna de aplaudir en el escritor del guión y director (Yann Samuell), y en los personajes. Como espectador contamos cada segundo que pasa en los años que llevan de conocerse, de estar, de alguna manera, juntos.
Y cuando lo aceptan, el final es increíblemente inesperado, desgarrador. Están hechos el uno para el otro, eso ya quedó establecido, pero como su vida y su manera de pensar no es para nada convencional, y tampoco lo es la manera en la que terminarán juntos. Muy al pesar o muy a pesar de la ovación de unos o de otros espectadores.
Es imposible enojarnos con alguno de los dos en cualquier momento, pues aunque como espectador, esperas, deseas y sabes que terminen juntos, sus errores son completamente humanos, comprensibles… posiblemente alguno de nosotros ha cometido el mismo error que Sophie o Julien alguna vez, y eso nos hace sentir empatía con alguno. Con los dos. No hay malo, no hay culpable, solo hay situaciones.
Y, por si fuera poco, la capacidad de vivir al máximo de los dos, es sencillamente envidiable.
La adrenalina, el amor, la tristeza, el enojo, la felicidad, el miedo… todas son emociones que en un momento u otro salen de alguno de los personajes en su máxima expresión…
Además está el poco (o nulo) miedo que tienen de vivir, de experimentar, de soñar, de seguir siendo niños mientras siguen creciendo y mientras están conscientes de que crecen, es un canto a la libertad del espíritu que a mi parecer todos deberíamos seguir. Quieren seguir jugando, quieren seguir divirtiéndose, aprendiendo.
Por otro lado… también es una advertencia… aunque la película tiene un final “feliz”, varias veces está a punto de no serlo, así que, como seres humanos que somos, llenos de virtudes, y defectos, defectos por cierto, perfectamente bien planteados, pero ante todo, llenos de errores, podría ponerle como slogan a la película, por muy trillado que se oiga: “Nunca, nunca le des la espalda al amor, porque cuando llega y se va, es posible que nunca jamás lo vuelvas a ver”.

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martes, 6 de enero de 2009

Los Cinco Jinetes del Apocalipsis... (Y esto NO es de cine... Sí, dije cinco)

Creo que el principal problema del hombre es que cree saber… o cree que sabe algo… o cree ser mejor por saber algo. Pero me he percatado de que en realidad hasta saber algo significa saber cada vez menos, porque significa tener conciencia de que no se sabe nada de nada de nada… Significa comprender que así como somos mucho menos que un grano de arena en el universo, y un grano de arena no puede comprender como funciona el sistema solar, está más allá de su condición y su espacio. Es entonces lógico que nosotros, tampoco tengamos la capacidad de comprender cómo funciona todo, inclusive nuestro propio cuerpo, no desde el punto de vista fisiológico, sino psicológico. Por ende "saber" algo, significa estar conciente de todas nuestras limitantes, de las pocas capacidades que tenemos para comprender el mundo, el universo y todo lo que ni siquiera tiene caso mencionar en este ensayo.
Cuando esa conciencia se va tomando, hay de dos sopas, o resignarse y seguir aprendiendo para saber cada vez menos, pero con la frente en alto por nuestra NO sapiencia y asumirlo con relativo gusto, pues son cosas que no pueden cambiarse, al menos no de la noche a la mañana; o llorar la tragedia del hombre y lamentarnos de que jamás se podrán tener muchas respuestas al menos en este plano, y por ende dejar de buscar, y dejar de aprender, ya que "no tiene caso".
Creo que la principal diferencia entre los descendientes de los animales y los descendientes de Adán y Eva* (En términos de Ouspensky) es que los primeros creen que saben algo cuando obviamente no saben nada, y en el caso de que sepan que no saben nada no les importa. En otras palabras, haciendo alusión a Waking Life (de Linklater), el hombre común, y el superhombre (o el hombre encaminado a ser el superhombre): La brecha entre el hombre común y el superhombre es más grande que la brecha entre el simio y el hombre común… ¿pero esto a qué se debe? La respuesta está en la siguiente pregunta: ¿cuál es el obstáculo que se ha hecho presente con más frecuencia a lo largo de la historia en el hombre: el miedo o la flojera? Siendo obviamente descendientes de Adán y Eva los futuros superhombres, y siendo hombre común los descendientes de los animales.
Miedo y Flojera… Presentes en cada momento de la historia desde los primeros tiempos… miedo al fuego, miedo a la sabiduría, miedo a las "brujas", miedo a los animales salvajes, miedo a las tormentas. La flojera ha sido la causante de creaciones que aunque hoy juzgamos como buenas, cuando antes eran un lujo ahora son una necesidad y el hombre poco a poco se ve más desamparado ante la idea de que falten: la estufa, la lavadora, el microondas, los automóviles, la comida preparada, la televisión (flojera a pensar), la música pop (flojera a escuchar), los trabajos de oficina (flojera al trabajo físico), la computadora (flojera de escribir a mano), el teléfono, y ahora hasta los celulares. Antes podíamos llegar a casa a hacer nuestras llamadas o recibirlas sin que fuera una urgencia de vida o muerte, y ahora parece que el hombre está perdido del mundo si no tiene la posibilidad de entablar comunicación desde el metro o desde su coche.
Los romanos tenían miedo de las ideas que proponía Jesús y lo destruyeron, Hitler le tenía miedo al imperio judío y provocó la segunda guerra mundial, México le tiene miedo a su gobierno (tal vez por los tristes recuerdos de 1968) y prefiere que lo aplasten antes de revelarse, Japón le tiene miedo a Estados Unidos y prefiere no tener ejército con tal de llevársela en paz, cuando con su tecnología le partirían la madre sin problema a nuestros vecinos (no se trata de hacer guerra, sólo de enfrentar las realidades…las tristes realidades… aunque con este tema y la discusión de la realidad y la no realidad podría desplegar otro ensayo, así que prefiero hacer en este momento caso omiso a la definición –o MÍ definición de realidad)… a veces da miedo el conocimiento con el que nos encontramos al abrir un libro y dejamos de leerlo. A veces nos da flojera comprender la totalidad del conocimiento con el que nos topamos y cerramos el libro, para nunca más abrirlo. Hombres que le tienen miedo a las mujeres, mujeres que le tienen miedo a los hombres. Hombres a los que le da flojera una relación con una mujer y viceversa, cuando cósmicamente y desde tiempos de Hermes Trismegisto (mucho antes de Platón, remontándonos al antiguo Egipto) se sabe que la perfección se alcanza con la unión de los dos sexos. Es el todo absoluto hecho carne, hecho cuerpo. El hombre da, la mujer recibe, los dos se entregan, los dos crean, los dos creen.
La estrella de David lo corrobora, más allá de pertenecer a cualquier religión el V es el femenino, que en este caso se cierra: ?, representa a la matriz. El triángulo sin cerrar boca arriba es el símbolo masculino, representa al pene, o aparato reproductor, y al cerrarlo tenemos un triángulo?, que en conjunción con la matriz femenina crean una figura perfecta, igual de poderosa que el pentagrama o pentáculo, que el mismo rey Salomón usaba en su sello (un anillo) en una aleación de siete metales con inscripciones en arameo, según cuenta la historia. Se dice que el anillo le daba sabiduría y fuerza indescriptibles, y se le recuerda como uno de los reyes más temidos, y sin embargo más amados de la historia, por su justicia y su inteligencia. Fue el rey que amenazó con partir a un niño a la mitad por el que dos mujeres peleaban alegando cada una que era su hijo, y que al levantar la espada, con la expresión que puso en su rostro la verdadera madre pudo descubrirla (¿Qué es mejor para el pueblo, un rey temido o un rey amado? Dícese que es mejor un rey temido que después sea amado, porque ello le otorga respeto de los suyos, y un rey amado no es nada más que eso…).
Salomón, Crowley, Eliphas Levi, Jesús, Hermes Trismegisto, los Reyes Magos (por irónico que se oiga, Melchor, Gaspar, y Baltasar, que al parecer pertenecían a los Masones, sí existieron, y tenían los secretos que esa milenaria "secta" no comparte con nadie externo), Merlín, Agrippa, Gerald Gardner… para bien o para mal creo que todos ellos eran descendientes de Adán y Eva… iniciados, buscadores de la verdad y de los pocos que se han percatado y han enfrentado la idea de que no somos ni sabemos nada, pero después de un largo esfuerzo podemos serlo.
Ahí está la otra cuestión ¿ser qué? ¿saber qué? ¿hacer qué? La respuesta que YO daría aquí tiene más connotación fisiológica que "mágica", o "secreta"…
Si un ser humano que se aplica al estudio, conocimiento, desarrollo, a lo largo de su vida, esto es si VERDADERAMENTE se aplica, para el final de su vida (70 años aproximadamente), sólo estará usando el diez por ciento de su cerebro, y los científicos más pesimistas dicen que no más del 8%, entonces ¿qué no es posible que tengamos habilidades que ni siquiera nosotros mismos imaginamos? Hay científicos que afirman que el hombre no es capaz de imaginarse lo que no conoce. Un ejemplo son las películas de extraterrestres, en ellas todos tienen piernas, brazos y boca, o se parecen a algún animal terrestre, cuando (pienso yo) la vida que NO conocemos no tiene por qué tener ojos, boca, piernas y brazos o parecer un gusano.
¿Qué no puede haber un tipo de vida más evolucionada que no comprendamos y que no haya sido posible plasmarla porque NO la conocemos? ¿No sería posible, entonces que un diez por ciento del cerebro fuera para memoria perfecta, otro diez para todas las habilidades de los "mediums", otro diez por ciento intelectual, otro diez por ciento emotivo, otro diez por ciento para el cuerpo (controlar la edad, vernos justo como queremos, adelgazar o engordar, curar enfermedades… sí, por absurdo que pueda leerse, créanme que entiendo el "disparate" que estoy escribiendo… si el cuerpo tiene –científicamente comprobado- los componentes necesarios para sanar una herida mortal en ese mismo momento sin siquiera dejar cicatriz, y de negativizar el cáncer y el SIDA -como también está comprobado-, aunque no saben a qué se atribuye ¿entonces una pequeñez como engordar o enflacar con sólo el pensamiento suena tan descabellado?), otro diez por ciento para relacionarse con la naturaleza… esto podría ser hablar con los animales, comunicarse con ellos, respirar bajo el agua…, otro diez por ciento para la magia física (no la de comunicarse con espíritus, hadas y duendes, esa es la anterior), sino para manipular los cuatro elementos y usar las leyes físicas a nuestro favor (el principio de la magia pura)… y más y más?
Si nadie nos enseña el poder que tenemos de oreja a oreja (cerebro) y no lo encontramos en la literatura, ni en la televisión (últimamente la televisión reemplaza todas las enseñanzas de la escuela que antes se llamaba VIDA) ¿cómo descubrirlo? ¿Cómo incrementarlo? ¿Por qué sólo el ocho por ciento, por qué sólo el diez por ciento? ¿A caso se debe a que estamos muy poco tiempo en la tierra? Hace tres mil años la gente vivía TREINTA años y sabía (según puedo ver en el libro de los muertos y en los escritos de los iniciados) mucho más que nosotros en todos los aspectos, usaban mucho más del 10% del cerebro… quizás hasta un 20… Ahora el promedio de vida sobrepasa los 70 años… en muchos casos los 90, y con los avances científicos se irá incrementando cada vez más, no sería absurdo que en treinta años viviéramos en promedio cien años… y sin embargo, en lugar de desarrollar más facultades y capacidades de nuestro cerebro, parece que estamos durmiéndolas, olvidándolas… pero entonces el problema no es el tiempo… no se puede decir que usemos el 8% porque vivimos 70 (80, 90, 100) años. Si hace tres mil años usábamos, por decirlo el quince por ciento, y sólo se vivían 30 años, entonces ¿a qué se debe este retroceso? ¿A qué se debe que nuestro cerebro, nuestra esencia, nuestra magia (hablando de los descendientes de Adán y Eva, pues los descendientes de los animales son caso perdido) en lugar de despabilarse se esté durmiendo, perdiendo? ¿Por qué se está perdiendo la información que teníamos al alcance sin necesidad de libros, y quizás hasta sin necesidad de palabras (telepatía) hace tres mil, diez mil años? ¿Por qué cada vez pensamos menos? ¿Por qué cada vez intuimos menos? ¿El miedo y la flojera son los culpables? ¿Hay a caso otro "demonio" que no somos capaces de ver? ¿El demonio es el mismo hombre? Si es así ¿por qué no puede percatarse de ello? ¿Son el consumismo (La Peste: medios por aquí, medios por allá, aún dormidos tenemos comerciales de espectaculares impresos en la mente, la peor contaminación… nunca antes vista), la política (La Guerra), el egocentrismo (egoísmo, individualismo, envidia: La Muerte -en vida-), y la anorexia y bulimia (El Hambre) los nuevos cuatro jinetes del Apocalipsis?
¿Es que nos tenemos tanto miedo a nosotros mismos que los demonios los hemos creado nosotros? ¿Es que el hombre se sabe en la conciencia colectiva tan nocivo para el universo que prefiere autodestruirse? Y si así es, ¿qué pasa con los pocos que no son nocivos, ni le dan ni le quitan a la naturaleza ni a otros como él? ¿Están también "condenados"?
Como siempre, preguntas sin respuesta… Tal vez el famoso Apocalipsis es un proceso que durará 200 años a partir de 1900 y que como todos esperan que sea cuestión sólo de unas horas no se han percatado de ello… Tal vez un quinto jinete es el hombre mismo: el hombre como hombre. Si los animales tuvieran conciencia y vieran a un jinete con forma humana a lado de los otros cuatro (que tendrían cuerpo amorfo, como sólo el hambre y la peste pueden tenerlo), huirían primero y sin duda alguna de el humano, que es el que identifican con sangre, dolor, sufrimiento, tristeza, miedo, desequilibrio, pérdida, ambición, avaricia, egoísmo, torturas… Entonces tal vez no sean cuatro ni cinco jinetes, sino uno, uno solo y bien grande, que se organiza como hormigas y que crea micro hormigas a su imagen y semejanza, que se multiplican… duermen al cerebro, doblegan la conciencia colectiva, esclavizan sin cadenas (un esclavo encadenado tiene cadenas porque jamás se resignó).
Todas estas dudas (y muchas más) me dejan más que en claro que entre más sé en realidad es cada vez menos… y por otro lado el saber que no sé a mi parecer es un grano de arena para la salvación de mi mente… para poder alcanzarle los talones con mi boca al superhombre algún día.


* De su libro "Charlas con un diablo", el cuento "El diablo benevolente", donde éste, le aclara a un hombre "común" que hay dos tipos de personas, y les pone esos calificativos por señalarlos de alguna manera: Descendientes de los animales: tal y como sería el hombre que ha evolucionado directamente del mono, preocupado por sus necesidades básicas: lugar para dormir, abrigo, comida, sexo y reproducción, sin sueños, sin metas, dormidos… Los descendientes de Adán y Eva serían los hombres que habrían evolucionado directamente de ellos: pensantes, creativos, soñadores, poetas y locos… posiblemente desequilibrados y rebeldes, pero mucho más susceptibles al aprendizaje y a la realización espiritual y mental que la eterna sumisión y pereza de los primeros.