Por lo que me ha constado, platicando con amigas y amigos, tanto de mi edad, como mayores y más jóvenes, ninguno ha tenido una iniciación sexual plena, llena de seguridad, sin tabús. Y eso a lo largo del tiempo ha sido un alivio… resultó que mis inseguridades de adolescente, no eran tan extrañas como yo las consideraba.
Y sí… todos creemos que nuestros miedos nos hacen parecer un fenómeno, tan traumáticos y absurdos son, que es difícil hablar de ellos hasta con nuestros amigos más cercanos… y no se diga nuestros padres, que siempre aparecen en nuestra cabeza como todos unos expertos en el tema, o como gente completamente mocha que por el simple hecho de contestar una pregunta se molestará… y con sus expresiones desaprobatorias ante ese tema… de plano es mejor no preguntar. Este último, para mi desgracia fue mi caso… no tuve una sola conversación de sexo con mis padres, porque a mi mamá le incomodaba sobremanera el tema, aunque nunca logré descubrir por qué y cuando le trataba de preguntar algo, recibía una respuesta cortante y con molestia, que encima de todo, me dejaba peor. Recuerdo muy bien una corta anécdota en la que… teniendo yo alrededor de ocho años, le pregunté cómo se hacía el amor y su respuesta fue “Ya te dije que penetra ¿no?”, a lo que con el “ya”, le tuve que responder que sí, aunque nunca me había dicho “eso”, y tampoco supe a qué cuernos penetraba y en dónde… pero obviamente, con ese tono de voz… mejor ya no le moví… sin ella quererlo, me hizo sentir como que había preguntado algo malo… algo que no debía de preguntarse. Así que mis clases de educación sexual fueron en la escuela (que por suerte todavía eran parte del programa), la serie Los Años Maravillosos, Beverly Hills 90210 (la primera generación, pues tenía como diez años cuando salió, y en ese momento para mi fortuna comenzaban a decir al aire la palabra “sexo”, “protección”, “condones”, y algunos de los protagonistas eran inexpertos en el tema, aunque no tan ineptos, que en aquella época era todo un escándalo en televisión abierta).
Antes de iniciar nuestra vida sexual, pensamos lo maravillosa o terrible que puede ser, nos da miedo cometer errores, que nos critiquen o nos juzguen, quedar como unos completos ineptos o inexpertos, hacer obvio que no sabemos nada… por mucho taco que algunos de nuestros amigos se echen a ellos mismos, cuando todos sabemos que su vida sexual es igual o más nula que la nuestra.
Antes de iniciarnos, también, todos pensamos en nuestro gran amor, y que con esa primera vez, se colapsará el universo… pensamos que después de tener relaciones con la persona adecuada nos acercará a alguien parecido al príncipe o la princesa de los sueños… comprensivo, amoroso, ardiente, dulce… bla, bla, bla. Cuando en realidad es “si hay química nos vemos de nuevo, si no la hay, ahí muere, y por las buenas”.
Finalmente, cuando algunos de nuestros amigos comienzan a experimentar, todos omiten en las pláticas de ese momento, sus errores y sus inseguridades, así que nos dejan en las mismas… a nuestros ojos, ellos lo hicieron todo bien y nosotros seremos los estúpidos… y de esa primera vez, a la que sigue, ya son unos completos expertos en el tema, viendo a los que no hemos tenido su experiencia, o haciéndonos ver como los tontos que tanto miedo tenemos de ser y conforme pasa el tiempo, la incertidumbre crece, y la inseguridad es cada vez mayor. Y lo peor… les compramos su “experiencia”, al grado casi de adorarlos.
Y cuando el momento puede llegar… descubrir que la otra persona tiene tantos defectos como tú, y que dista mucho de ser un súper héroe o un príncipe, suele doler, porque es de nuevo situarnos en nuestro lugar de miedo a ser unos absolutos idiotas, de entrada, por creer que era alguien que no era… y en ese lugar se encuentra Radoudou, el personaje principal de “Du poil sous les roses”, con sus quince años… tal como yo me encontré, como seguramente quien esté leyendo esto, también estuvo… no con exactitud, pero de que estuvimos, estuvimos.
Con su amiga y su hermano “expertos” en el tema, casi tanto como sus padres, ella cada vez se siente más fuera de lugar, en medio de una completa desorientación, pues, desde su punto de vista, la inepta, inexperta, es ella, nadie más.
Las inseguridades en cuanto a su cuerpo, como el tamaño de sus senos, lo atractiva que pueda resultar para el sexo opuesto, cómo será la primera vez, si ese que ella cree es un príncipe o no… son inseguridades con las que yo me sentí plenamente identificada, y eso fue lo que me hizo reírme escena tras escena. ¡Cómo me gustaba complicarme la vida! ¡Cómo se complica Radoudou la vida!
¿Qué ocurre cuando entonces la historia de pronto cambia de protagonista a un chico y resulta que las mismas inseguridades y miedos también están presentes en el otro sexo? El asunto es de más risa, porque resulta que aunque nadie nos lo dijo en el momento adecuado, la parte sexual del ser humano, resulta muchísimo más simple de lo que podemos siquiera concebir. Más simple que cuando nos damos nuestro taco hablando de sexo como si con una o dos veces de haberlo vivido, conociéramos todos los puntos erógenos y todos los modismos para las partes del cuerpo y para los orgasmos. Más simple que cuando lo tratamos de imaginar como algo simple. De un simple que Romain y Radoudou difícilmente creerían en esos momentos de su vida.
Los besos y caricias resultan torpes, la idea de lo que el otro pensará es un fantasma muy grande que nunca los deja en paz, y como de costumbre, cada uno, está más preocupado por su propio papel y lo que pensará el otro sobre sí, que por lo que pueda estar pensando el otro, también sobre sí mismo… justo como en nuestros años mozos.
Posiblemente los directores, que para no variar en estos buenos experimentos cinematográficos, Jean-Julien Chervier y Agnes Obadia, resultaron ser los escritores, retomaron muchas de sus dudas de adolescentes, sin temor alguno de exponerlas y compartirlas. Si vemos esta comedia, como en mi caso, cuando los traumas ya pasaron… resulta una película que garantiza muchas risas… identificación, de uno o del otro lado, identificación de amigos de antaño y compañeros de escuela, y un reconocimiento orgulloso de cómo vamos madurando, en este caso para bien.
El nombre en español de ésta peli, para que no se les vaya es “¿Qué diablos es el sexo?”… que hasta eso, no se me hizo tan desatinado, como cuando logran masacrar la idea del filme con el cambio de nombre.